Carmen “Lizu” Salcedo militó toda su vida, desde los 12
años. Integró la Juventud Peronista
de Zona Norte de los años ’70. Al regreso de la democracia fue concejal del Municipio de
Tigre, donde se destacó por luchar contra la persecución de los jóvenes de
bajos recursos, a partir de ahí ocupó varios cargos ligados a lo social, como
en la Secretaría de Minoridad y Familia de la Nación. Fue miembro del Consejo
del Partido Justicialista. Fue elegida Diputada Constituyente en la reforma de
la Constitución del año 1994. Se sumó al Proyecto Nacional y Popular que
encabezó el compañero Néstor Kirchner desde sus comienzos. “Este es el Proyecto
Peronista del nuevo siglo”, comentó sobre la actualidad histórica de este
movimiento. Es miembro de la Comisión de Familiares de Desaparecidos de Zona
Norte. Es Directora del Pami Tigre desde enero del 2010 nombrada personalmente
por Néstor Kirchner. En 2011, en las
internas, fue pre candidata a intendente de Tigre por el Frente para la
Victoria.
Recorrimos
con ella toda la historia militante en la cual estuvo involucrada, junto con su
familia. Recordamos a sus tíos,
integrantes del famoso “Operativo Cóndor” que allá por los 60 desvió un avión a
Malvinas, así como a otros integrantes de su familia y compañeros de militancia
de los ’70, muchos de los cuales continúan desaparecidos.
Lizu: Nosotros
somos una familia peronista, mi abuelo, Ramón Salcedo Figueroa, fue integrante
del primer grupo que armó Perón, en el Colegio de Suboficiales Sargento
Cabral. Cuando Perón lo crea, manda una
carta a las provincias para que se incorporaran los jóvenes, que tenían que dar
un examen, haciendo la primaria o media primaria, para ingresar. Antes vos
hacías la conscripción y después, de soldado conscripto, pasabas a ser cabo
primero, cabo segundo, sargento y
así. Pero Perón crea la escuela y mi
abuelo, que era catamarqueño, viene a Buenos Aires para estudiar allí. Obviamente, lo tiene como profesor a
Perón. En el ’50 mi abuelo se retira de
la fuerza, porque, según le dijo a mi abuela, no quería que sus hijos se
avergonzaran del uniforme que él llevaba.
Pide la baja, teniendo diez hijos.
No sé bien cómo fue la cosa, yo nací en el ’54. Sí sé que mis tías iban al mismo colegio que
Susana Valle, mis abuelos se conocían con los que después fueron asesinados en
José León Suárez.
Mis abuelos tuvieron seis mujeres y cuatro varones. Toda la
familia militaba, mi abuelo estuvo en la Resistencia Peronista ,
y como todos los de la resistencia se viene para la zona norte, porque era
fácil escapar hacia las islas, en caso de necesitarlo.
Mi viejo era escritor, le escribía los libretos de Minguito
a Juan Carlos Altavista, por eso siempre él hablaba del barrio El Perejil. Ellos estuvieron en el aire hasta el 76. Mi viejo dejó de laburar porque Minguito
decía “mi vieja, la Boca
y Perón, un solo corazón”. Por eso lo
echan y se va a trabajar con Sofovich.
Se llamaba Roberto Peregrino Salcedo.
Uno de mis tíos, Edgardo de Jesús Salcedo, el 28/9/66, junto
con Dardo Cabo y dieciocho compañeros más, secuestran un avión y lo desvían
hacia las Islas Malvinas. Entre los que
fueron está Aldo, el gordo la
Fabiana , (desaparecido de Astilleros Astarsa). La militancia en esos años era algo de mucha
amistad, éramos más que compañeros de militancia, una de las hermanas del gordo
Aldo, por ejemplo, hizo mi vestido de quince; otra me peinó. Era algo entre militancia y amistad, esa cosa
que se daba siempre.
El 29/9/66, entonces, con motivo del secuestro del avión me
piden que ayude en las pintadas, yo tenía 12 años. Pero yo quería participar. Y lo primero que hago yo es llevar unos
volantes, calculo que serían unos doscientos como mucho, mimeografiados, era un
paquetito que yo lo podía llevar. Para
mí, con esa edad, era la
Revolución lo que yo estaba haciendo. Fui hasta Retiro y en la Plaza de los Ingleses
hicimos un acto relámpago. Estábamos
Carlos Alberto Dasso (Pocho), Cacho, Goyo, mi hermano desaparecido; Máximo
Altieri, su hija Laura. Éramos uno de
Capital, otro de San Martín. A mí más
que esas tareas chiquitas no me daban, porque yo era muy muy pequeña. Pero bueno, lo cierto es que a partir de esa
fecha yo iba a todas las reuniones, como si fuera un cuadro político, discutía
en un incipiente centro de estudiantes que había en Boulogne. Yo estudié primero en kilómetro 30, en el
colegio San Román, después me fui a Boulogne a uno que había centro de
estudiantes. Pero era la época de
Onganía, así que mucho no se podía hacer.
Nos dejaban pasar películas y esas cosas. Yo tocaba de oído, como se dice.
Después del secuestro del avión, todos los compañeros fueron
presos a Ushuaia. Cuando Edgardo sale,
junto con Dardo Cabo, empiezan a armarse los primeros grupos políticos en Zona
Norte. El primero es “Los cabecitas
negras”, integrado por Gerardo Burgos, Edgardo, Goyo, Pocho y yo cebaba mate
(risas). Casi todos familia, Pocho no,
él era de San Martín, un sociólogo bastante reconocido. Gerardo era de Florida, Altieri de Capital,
no recuerdo si no estaba el negro José Sabino Navarro (de Vicente López) por
ahí.
Alfredo: Yo no lo
conocí a Sabino Navarro, era muy jovencito en esa época, pero se hablaba mucho
de él.
L: Era muy lindo
(risas), motivo por el cual lo mandaron a Córdoba. Era cierto que se necesitaba armar la
organización allá, todo lo que quieras, pero…era travieso el negro. Tuvo dos hijos, Javier y Camilo. Javier que trabaja en la ESMA , se le parece
mucho. Yo soy amiga de la viuda. Así que kilómetro 30, sobre la línea del
Belgrano, era la base nuestra, armamos la primera Unidad Básica, que no podía
tener ese nombre, la llamábamos Centro de ayuda escolar, o algo así. Esto fue en el 70. Era una UB encubierta, yo recuerdo que ahí lo
conocí a Rodolfo Galimberti; a otro compañero que le decíamos Pato Viejo,
(nunca recuerdo su nombre y apellido), falleció hace cuatro años. Nosotros teníamos tanto un grupo territorial
como un grupo armado. Montoneros, una
vez que surge como tal, empieza a juntar esos grupos autónomos. Al poco tiempo lo matan a Gerardo Burgos
junto con Escribano, cerca del aniversario de la muerte de Evita (julio del 71)
y ahí ya empiezan las incorporaciones a la organización. Vienen Luis y Miguel Beláustegui como
responsables nuestros, y empezamos cada uno de nosotros a armar nuestros
propios grupos. Lo que se llamaba Unidad
Básica Revolucionaria (UBR). También se
formaban Unidades Básicas de Combate (UBC).
Cada UBC tenía a su cargo una UBR y éstas tenían su grupo de adherentes,
era territorial.
En diciembre del 72 me mandan a San Fernando, con Carlos
Osvaldo Acosta, (Diego-Calculín-Careta, le decíamos), que ya estaba prófugo,
era mi compañero en ese entonces. Éramos
muy chicos, yo tenía 17 y él 19. Cuando
pensás en las edades, estábamos totalmente pirados, así que qué les puedo decir
a mis hijos ¿No? Por mi edad me quedo a
trabajar la línea de lo que era la juventud, en la villa Arroyito. Ahí había dos curas, Carancho y Miguel; dos
médicas Lisa y Yoli, ésta última estuvo
Campo de Mayo; es la que lo cura a Scarpati cuando lo llevan detenido
allí. Él tenía once tiros en el cuerpo,
lo tiraron pensando que se iba a morir.
En Campo de Mayo estaban las embarazadas, entonces Yoli les pedía
comida, ya que a ellas les daban de comer un poco mejor, y medicamentos para
Cacho Scarpati, así lo curó, de contrabando en el mismísimo Campo de Mayo. Esto lo cuenta Cacho. En un momento, a ella la suben a uno de los
vuelos. Lisa también está
desaparecida. También estaba Foca, Cacho
el rubio. En San Fernando hacíamos un
trabajo bien territorial. De todos estos
sobrevivieron Cacho y los dos curas. Con
los curas nunca volvimos a tomar contacto.
Miguel era el que les prestaba la parroquia de Victoria a las Madres y
lo trasladaron. Y a Carancho, que era el
director de primaria del colegio San Martín de Tours, de San Fernando, no sé si
lo mandaron a Rosario. Además, ¿Cómo voy
a buscar al “cura Carancho”? Estamos
tratando de ubicarlo a través de una monja de San Fernando. En esa época él tendría 30 años. Creo que Miguel debe haber dejado los
hábitos, era mayor que Carancho. Estaba
enamorado de una monja, nosotros le hacíamos gancho, obviamente Una vez fueron al cine juntos, fue todo un
acontecimiento.
Nosotros teníamos una posición más movimientista con
respecto a la organización. Cuando me
voy de kilómetro 30, en el 72, se estaba haciendo la unificación de FAR y
Montoneros. A mí me parecía una locura,
porque nosotros éramos peronistas y ellos no; se notaba en el documento que se
firmó cuando se hizo la unificación. FAR
sostenía que había que ingresar al peronismo como una etapa de la revolución,
etapa que debía ser superada para pasar al socialismo. Muy antiperonistas, las FAR. Yo recuerdo que el documento era un mamotreto
enorme, y yo les marcaba “esto es peronista, esto no es peronista”. Cuando el Pepe (Firmenich) estuvo en Devoto,
yo lo iba a ver todos los miércoles para que me explicara eso. Lo que él decía era que había una fuerza de
10.000 tipos armados, que o se fusionaban o se cagaban a tiros entre
ellos. Iban a terminar matándose cuando
el enemigo no era ni Montoneros ni FAR.
Por eso se hizo la unión. A mí no
me gustó eso, yo no estuve de acuerdo.
Yo tengo una mirada peronista.
Había mucha gente de la Zona Norte que era muy peronista y
muy ligada a la base, entonces llevabas el mensaje de la gente de los barrios,
donde no se entendía muy bien lo de la unificación. A mí me toca la fusión y me mandan a San Fernando,
donde teníamos una UBC y varias UBR’s.
Ellos lo que hicieron fue subir a los cuadros más formados como
combatientes y empezaron a tener como cuadros de combate a compañeros que no
tenían el nivel. Ahí nos joden, porque
si había combatientes iban a ser los dirigentes de nuestros grupos. Ellos eran mucho más militarizados y nosotros
veníamos de grupos más católicos, el tema de dar la vida por una causa pero no
matar por ella, toda una cuestión menos militarizada, si se quiere. Para nosotros había mucha diferencia,
confiábamos más en el ida y vuelta con la gente del barrio, éramos menos
militaristas y el sector de FAR era más combativo. Nosotros hemos levantado operativos cuando
veíamos que ponían en riesgo la vida de alguien que no tenía nada que ver,
nuestra consigna era contra las cosas y no contra las personas. Y hemos levantado cosas porque justo se había
quedado el portero, o el de limpieza, y esas eran las grandes discusiones que
teníamos, que eran fuertemente ideológicas.
Yo estuve en Arroyito, mi compañero también, pero a él más que nada
estaba a cargo de armar el Movimiento Villero Peronista, así que estaba tanto
en Arroyito como en Garrote; yo estaba más ligada al tema JP; también me
pidieron que organizara el tema de la mujer; pero yo, con 17 años, qué podía
saber. No podía hablar nada de la
problemática de la mujer.
A: Quería saber
si podías comentar algo más del Movimiento Peronista Villero, es algo que me
interesa mucho desde el punto de vista de la historia y la memoria. Me parece
que fue algo revolucionario en esa época, el compromiso y la organización que
se armó en las villas.
L: Si, porque
además la de Garrote estaba muy ligada, por una cuestión del tren, a la de
Retiro, o sea que los compañeros estaban conectados y tenían un movimiento muy
fuerte. Entre los que estaban en el MVP:
Aparicio Acevedo, el Beto; el compañero Pulga, que lo levantan en Uruguay con
el Plan Cóndor; mi compañero, Carlos, a quien levantan en Capital. Se trabajaba mucho, los programas de
alfabetización, sanitarios. Se
desarrollaron en kilómetro 26, Garrote, Arroyito, en San Jorge. Incluso había salitas de primeros auxilios.
A principios del 73 un grupo de compañeros, entre los que me
contaba, empezamos a tener diferencias.
Se discutían mucho las críticas que se le hacían a Perón. A nosotros nos cambiaban de responsable muy
seguido, dado que cada vez que mandaban a uno para ver si nos alinéabamos y
terminaba siendo convencido por nosotros y llevando nuestras posturas a la
mesa, entonces mandaban uno nuevo y seguían, se ponían locos. Lo que rompe del todo esto fue el tema de la
muerte de Rucci, porque era incomprensible en ese momento político. El viejo lo había mandado a negociar no sé
qué cosa a Oriente, y se lo mata un día antes.
Después de esto pasa lo de la plaza (el 1/5/74), se genera la división
entre leales a Perón y no leales. En Lealtad fuimos cuatro gatos locos: Pato
Galmarini, Marcela Durrieu, Luis Beláustegui, el Gato, el Oso, te puedo decir
todos los que éramos. Los documentos
aparecían, los hicieron el Gato y el Oso, firmaban Montoneros -Lealtad. Esto fue casi conjunto con el discurso del 1°
de mayo, alineándonos con Perón, nosotros no concebíamos cuestionar a las
decisiones de Perón.
Entonces yo me quedo con Lealtad y mi tío Hugo también, muy
pegado a la iglesia él. Mis tíos eran
todos seminaristas y mis tías todas estudiaron para monjas, también. Y mi abuelo era milico, ¡a ver! (risas) El que fue a Malvinas fue disfrazado de cura,
hablaba en latín todo. Bueno, con esto
de lealtad sí, lealtad no, nos alejamos de los territorios, prácticamente. Es casi simultáneo con el tema del pase a la
clandestinidad, fueron todos procesos muy rápidos. Se empezaron a armar pibes sin experiencia y
sin ser cuadros políticos; antes había una responsabilidad en eso, no se les
daban armas a los menores de 18, tenías que hacer un montón de tareas antes,
relevamientos, contar gente.
A: Se dice mucho
desde la derecha que en esa época a los jóvenes nos apretaban para que
tomáramos las armas. Yo lo que recuerdo
es que se trataba de que aquél que sabía mucho de política agarrara los fierros
y al revés, el que estaba muy militarizado, que fuera a los libros y estudiara
política. Yo recuerdo que en una
reunión, había una piba joven, que ya
estaba lista para el combate, y dijo que no.
Que no estaba de acuerdo, que no podía, y se le respetó la
decisión. Lo que yo creo es que no
tenías mucha alternativa a ir armado, porque si vos ibas a hacer una pintada,
te encontrabas con el otro que te quería matar, no te quedaba otra. La bonaerense en esa época no te paraba
y te decía: che, muchachos, qué están
haciendo. Te sacudían, a veces la
violencia venía de muchos años, del 55 para acá, los bombardeos. Creo que el común de la gente no ve la
historia completa, como para entender. Y
había que defenderse, no era que vos salías armado para atacar a los demás, era
un medio de defensa.
L: Yo no me voy a
olvidar del grupo de pibes. Si yo tenía
17 años, te imaginás que el grupo era de los 14 a los 20, la más grande era Rufi que tenía 21. Yo iba a hacer una pintada tonta, por así
decir, y les explicaba a los pibes como si fuera un operativo, un comando, los
pibes sin fierros. Me acuerdo una noche,
en medio de la avenida Constitución, en San Fernando, había mucho silencio, y
cuando pasaba así a mí me daba un mal presentimiento, me inquietaba, más que
por la cana por el CdeO (Comando de Organización). El Gato, que era responsable de la JP de
Tigre, y había ido armado, hizo circular a los patrulleros apuntándolos con una ametralladora. Casi lo mato.
Tenías esas cosas de determinados compañeros, yo quería hacerle entender
que estábamos con chicos que eran nenes, de 14 años. Los canas se fueron y no mandaron a nadie,
algo milagroso. Otra vez, el Gallego,
que era delegado del sindicato municipal de San Fernando, recuerdo como si
fuera hoy, sacó la pistola, la puso en la mesa del living de la casa y se va a
una reunión. Yo le digo a mi compañero,
este se va solo, sin nada. Decidimos seguirlo.
Vamos hasta la calle 3 de Febrero, por ahí creo que quedaba el sindicato
municipal. El Gallego, cuando va entrar,
se encuentra con un tipo que sale y le pone la pistola en la cabeza, dispara
pero la bala no sale, el tipo coloca el cargador de nuevo y dispara. De arriba lo empezaron a ametrallar y
nosotros, que veníamos atrás, nos parapetamos atrás de unos árboles, lo
llamábamos al Gallego para que se acercara a nosotros. Así que fijáte, estamos hablando de
sindicalismo con ametralladoras, armando un tiroteo para matar a un compañero,
nosotros con una 22, nada. Así eran las
cosas. Es increíble cómo sobrevivimos
algunos, cómo la vida fue diciendo este queda, este otro también, pero aquéllos
no. Impresionante.
Después del 1° de mayo del 74 viene toda la discusión de
Lealtad, todo el pase a la clandestinidad.
Para mí era fácil, yo tenía otro nombre, estaba en otro lugar. Pero el tipo que estaba en el barrio, ¿cómo
hacía? No podía. Había que armar otra estrategia, no sé si la
había.
A: Se armó tanto
revuelo, tantas cosas muy trágicas en tan poco tiempo, que no se tuvo la posibilidad
de armar otra estrategia.
L: Seguro. Porque pasaron tres años y parece que hubiera
sido un siglo. Por la forma de laburar,
no parabas nunca, siempre militando, y los sucesos políticos, como el rodrigazo
y todo eso, pegaban permanentemente, tenías que evaluar las situaciones
constantemente. Yo me voy a fines del
74, principios del 75, me vuelvo a Kilómetro 30, con mi compañero, que se
quería enganchar con el ERP 22, porque venía más del trotskismo; yo me quedo en
Lealtad. El se va al ERP, después se
pasa a un grupo muy chiquito, el GOR (Grupo Obrero Revolucionario), que serían
100 en total, hay un sobreviviente que aparentemente era el responsable de mi
compañero, yo le escribí pero jamás me contestó. A mi compañero en el GOR lo conocían como “el
pibe de Sanidad”. Lo fueron a buscar a
la casa el 29 de julio de 1976. Nosotros
ya nos habíamos separado, se lo llevan en Capital a una cuadra de Jonte y
Nazca. A la madre se la habían llevado
dos veces, en el 72 y el 73. Yo me voy
de San Fernando, me pongo a laburar en una fábrica, al poco tiempo salgo
delegada, tenía 19 años. Era la fábrica
Ingea, una metalúrgica en Munro. En esa
época estaban haciendo una planta nueva acá en Pacheco, y yo venía a ver cómo
avanzaba la construcción, por el tema de seguridad e higiene laboral. Cada mes veníamos con la comisión interna a
ver cómo iba la obra.
En enero del 76 se hace una reunión de la familia, porque
algunos habían quedado dentro de la organización y otros afuera. Mi casa siempre estuvo involucrada con
todo. Un día, yo volvía de trabajar, de
la fábrica; y en mi cama se estaba haciendo la posta sanitaria de un
operativo. La médica que estaba a cargo,
Yoli, me pregunta qué hacía yo ahí, le devolví la pregunta aclarándole que
estaba en mi casa. Se cruzaban mucho las
cosas. Se usaba mi casa, porque teníamos
además la Unidad Básica en el mismo terreno.
O sea que no estaba muy claro quién se había ido, quién se había quedado,
estaba todo mezclado. Cacho venía a mi
casa tratando de convencerme para que volviera a la organización, porque se
habían ido muchos compañeros. Bueno,
entonces a principios del 76, mi tío Edgardo, pide que yo no aparezca por los
círculos familiares, de hecho yo no fui al casamiento de él, por ejemplo. No quería que si a alguno de nosotros nos
estaba siguiendo, quemara la posición de los otros. Yo no fui tampoco al casamiento de Goyo. Cuando yo me casé, creo que en mayo, una de
las tantas fotos, ves de lejos la cabeza de Edgardo, pero no entró a la iglesia
ni nada. Edgardo pidió además que si le
pasaba algo a él, nos quedáramos nosotros con Gerardo. El error nuestro fue que como la familia
Cacabelos lo pierde a Josesito, a Inés que después la cambian por Cecilia, y
más tarde a Esperanza, nosotros decidimos que lo críen los abuelos
maternos. Un desastre pobre pibe, le
hicieron la cabeza mal durante más de veinte años, hasta que fallece su abuelo
y me vino a ver pidiéndome que le cuente cómo había sido la historia de sus
viejos. Por eso Gerardo está militando
fuerte recién ahora. Imagináte que a los
padres los matan delante de él, cuando tenía dos años.
A: ¿Podrías
explicar un poco que quisiste decir con eso del “cambio” de Cecilia por Inés?
L: Se llevan
primero en abril a José, lo hacían hablar por teléfono todas las semanas, a la
casa. En medio de la tortura le
preguntaron cómo la ubicaban a la hermana.
El les dijo que la hermana bajaba todos los días a tal hora de tal
colectivo cuando volvía del colegio.
Pero él tenía una hermana de 14 y otra de 16, a esta última era a la que
buscaban; se llevan a la de 14 y se dan cuenta del error. Incluso a José, que tenía 19, lo vieron que
lo llevaban por Km 30 en un Ford, para que marque casas. Se llevan a Inés, entonces; estuvo en la
ESMA. Llaman y le dicen al padre “Nos
equivocamos, queremos a Cecilia”. El
padre le dice a Cecilia que se entregue, que por su culpa se habían llevado a
su hermana. El padre lleva a Cecilia, le
entregan a Inés y nunca más se supo de los demás. Esto fue todo para octubre del 76 más o
menos, que en la ESMA hay como una limpieza de gente, en donde están José y
Cecilia Cacabelos, Jorge Zupán, que era de Vicente López y estaba haciendo la
conscripción, el padre de Jorge, que era compañero mío de colegio. El 12 de Junio se lo llevan a Goyo de
Boulogne, lo pasean por las casas de cada una de mis tías, delante de sus
sobrinos, todo golpeado. Lo buscaban a Edgardo. Lo pasearon de un viernes al lunes. Tenemos la sospecha de que fue a parar a la
fábrica de tanques, en Boulogne. De ahí
no hay ningún relato de ningún sobreviviente.
Se escuchaban tiros de ahí, permanentemente. Tengo un relato de unas empleadas de Péculo,
el dueño de cochería Paraná, que tiene una sucursal enfrente del batallón. Péculo era peronista y medio amigo de la
parte derechosa de mi familia, de la época de la resistencia. Una de las empleadas me dijo que vieron una
vez gente que se escapaba, que el de la guardia les disparó. Había una especie de zanjón en el lugar. Cuando caen, el primero que lo hace queda
debajo de sus compañeros; aparentemente ese sobrevivió.
El hecho de que estuviera la fábrica en Munro y la
construcción acá a mí me salva la vida.
Porque yo en el 75 laburaba y estudiaba de noche, me dan fecha para
examen, después del 24 de marzo. Llamé
para avisar que no podía ir a trabajar.
Ni se aparezca, me dijo Daniel, el hijo del dueño. Porque me habían ido a buscar los del
sindicato con un jeep del ejército. Me
comenta que se llevaron a los chicos de Bendix.
Yo tenía 20 y Daniel tenía 21 o 22.
Me dijo que había hablado con el padre, que había sido de la UIA, y que
no querían que a ninguno de los delegados de la empresa les pasara nada. Y un
día se apareció en mi casa y me trajo la plata del sueldo.
El 12 de junio de 1976 lo llevan a Goyo, y el 12 de julio
los matan a Edgardo y Esperanza delante de Gerardo, el hijo. Y lo tienen al nene una semana más o menos y
se lo entregan a mis tías. El caso de Edgardo y Esperanza fue incluido en el
juicio a los comandantes. A Edgardo, que había sido seminarista, el director
del colegio Don Bosco de San Isidro, el padre García, lo llama y le dice que se
vaya porque lo estaban buscando para matarlo.
Eso antes del golpe. El cura le
dio plata, pasaporte, que se fuera ahora.
Edgardo le dijo “Vos me enseñaste a dar la vida por mis hermanos. Jesucristo lo hizo y yo voy a hacer lo
mismo. Pero antes me voy a llevar a
alguno”. Y así fue, le pegó un tiro en
las bolas a uno de los milicos, que después estuvo en Malvinas. Entonces era una forma de demostrar que los
mismos que habían estado en la represión fueron después a Malvinas. El primer juicio se hace tomando el caso
Salcedo - Cacabelos, así lo vas a encontrar, yo tengo incluso la pericia
forense, todo. Una primera versión era
que ellos habían metido al nene en la bañadera y lo habían cubierto con
colchones, una cosa así. Pero un policía
declaró que no fue así. Que el ataque a
la casa empezó a la mañana y terminó como a las dos de la tarde, tiraron con
bazukas, estaban los agujeros en el balcón.
Esto fue en Santa Fe y Oro, en Capital.
El balcón estuvo un montón de años con el agujero en el piso. Ese departamento se lo venden después a un
amigo de mi viejo, que le cuenta que había conseguido un departamento
baratísimo, que tenía un agujero que no sabía qué había pasado, en el
balcón. Por eso nadie lo quería
comprar. Y cuando va mi viejo, se da
cuenta de que era donde habían muerto ellos.
A: Podrías
comentar un poco más eso de la “limpieza de la ESMA”.
L: Claro, en ese
mes llevaban gente de la ESMA a Campo de Mayo, y la custodiaban los tipos para
ver si se conocían o no. Decían que
Campo de Mayo era más terrible, los lastimaban mucho. Para que los de la ESMA lo tuvieran como
“guardería”, fijáte lo que sería. Y hay
una camada que desaparece, hay testigos de que estuvieron, en ese mes, en
octubre. Desaparecen Josesito, la
hermana, Jorge Zupán y su padre, unos cuantos.
De la misma ESMA. Lo trasladaron,
los llevaron al avión, no se sabe qué pasó con ellos. Pero ese mes, si le preguntás a Maco, hay una
barrida de gente. Por ejemplo que a
Cecilia Cacabelos la viola el propio Massera en “Capuchita”, está en los
relatos, en un libro que se llama Juicio
al horror. Y Strassera, el fiscal,
empieza diciendo: “En lugares como Capuchita, Cecilia Cacabelos de 16 años fue
violada por el propio Massera, también habían desaparecido su hermano y su
novio”; hace todo el relato de eso.
Porque se trabajó mucho con el caso ese.
Y Cecilia es la hermana de Esperanza, la que “devuelven” es Inés, que
trabaja en la ESMA ahora. El padre y la
madre seguían diciendo que lo que les pasó fue por ser subversivos. Cuando asume Néstor, tanto la madre como Inés
escriben una carta, cerca del 24 de marzo, no recuerdo si fue cuando bajó los
cuadros, una cosa así. Dicen “nosotras recién ahora nos sentimos dignas
por nuestra familia, siempre nos avergonzamos de nuestros desaparecidos”. Néstor Kirchner los llama por teléfono y les
da las condolencias, e Inés empieza a trabajar en la ESMA. Siempre putearon, siempre éramos nosotros los
negros, peronistas. Y Gerardo se acuerda
de eso, no se podía hablar de la familia Salcedo en la casa de los abuelos. Incluso hay un chico, Héctor Rodríguez,
hermano del actor, Miguel Angel, que es periodista. Un día me vino a ver. Me contó que ellos se iban de vacaciones con
los Cacabelos, al mismo colegio que ellos también. Cuando desaparece José les decían que había
que rezar por los chicos. Iban a misa,
todos los domingos a rezar por ellos.
Pero nadie les explicó por qué rezaban, nunca supieron que estaban
desaparecidos, pensaban que habían tenido un accidente. Después, de grandes ya, se enteraron. Imagináte que Cecilia estaría en cuarto año,
como mucho. Miguel Angel Rodríguez es el
yerno de Minguito, mi papá trabajaba con él, y nunca se habló de
desaparecidos. Es terrible eso, el
silencio. En los 80, desde el peronismo,
no se hablaba de los desaparecidos. Y yo
no iba a no hablar de eso. A mí me pasó
una cosa muy terrible. En esta zona,
esta casa era la única que había, no tenía en los 70 ni portón, ni cerco, nada;
era todo césped. El pasto lo cortábamos
desde acá hasta la ventana del vecino, que era
primo de mi primer marido legal, Harold Knikel. Vivía junto con
Graciela, su mujer, era piloto de Aerolíneas.
No pasaba nadie por acá, todo el mundo agarraba la Pacheco. Tiene dos nenas adoptadas, una en el 76 y
otra en el 78. Para mí son hijas de
desaparecidos, ya lo llevé el caso un millón de veces, pero no me dan
pelota. Bueno, en ese tiempo con ellos
teníamos una relación de invitarnos a comer a una casa y a otra, te imaginás
que yo no decía nada de los desaparecidos de la familia. Éramos dos parejas jóvenes, así que
conocíamos a los amigos de cada de cada una.
Un día aparece un tipo, y cuando se va, viene Graciela. Me dice “No sabés todas las cosas que me
contó Coco. Harold siguió la carrera
militar, ahora es piloto civil, pero formado en aeronáutica. Y este tipo fue compañero de él. Contó que tiran gente al mar, que los
torturan. Son todos subversivos. Yo me voy a lo de mi vieja porque estoy
descompuesta con todo lo que me contó, avisale por favor a mi marido cuando
venga.” Se fue. Viene el marido, lo traía un chofer, y me
pregunta qué le pasó a la mujer. “La
llamé desde aeroparque y estaba como loca mi mujer, ¿qué dice que dijo
Coco?”. Cuestión que aparece este Coco
de nuevo, al rato aparece Harold acá, me pide una aspirina: “Yo no sé si Coco
estaba drogado o borracho, me contó torturas, me duele la cabeza de las
barbaridades que dijo”. Yo le dije,
mirá, es así, hay muchos desaparecidos.
El preguntó cuántas personas podrían ser, 100, 200. Le contesté que lo que nosotros sabíamos era
que se trataba de unas 3800. No me podía
creer. Nunca pude cerrar esa historia,
porque lo único que sé de él es el sobrenombre, Coco, y que vivía en
Olivos. Harold y Graciela se mudaron,
después. Para mí era terrible, yo
pensaba que era probable que ese hijo de puta estuviera torturando a mis
familiares.
Bueno, después en el 78/79, los compañeros me llamaron para
ver si podía darles apoyo en la contraofensiva, yo les dije que no. Me parecía una locura, para mí se tenían que
preservar. Igual vinieron,
fundamentalmente a Zona Norte, no sé si se acuerdan cuando hacían las
interrupciones del mundial. En medio de
las transmisiones pasaban “Comunicado Montonero. Patria o muerte”. Eran
cortitos los mensajes, pero interferían.
Sobrevivieron muy pocos, el gordo Emilio, Cecilia Calcagno, el Chiqui
Falcone. Todos se vinieron para Zona
Norte.
¿Por qué vuelven? A
mí me contaban: “Negra, sabés lo que es estar en Suecia, con todo el confort,
tenemos televisores que a Argentina no llegan, microondas, todo lo que se te
ocurra. Allá estamos en la época de las
cavernas. Acá estamos en departamentos
espectaculares, los chicos tienen profesores de lo que se te dé la gana. Te ofrecen trabajar o estudiar, y te
pagan”. Ellos no podían soportar,
sabiendo que acá te estaban levantando la familia, estar allá rodeados de todo
eso, sin hacer nada.
La contraofensiva se realiza por la presión de la gente que
estaba exiliada sobre la dirigencia, que no evaluó la situación. Por otro lado, los mismos tipos que estaban
torturados y presos, cuando escuchaban los tiros de los fusilamientos, pensaban
que era un operativo de los compañeros, que los iban a sacar, a rescatarlos.
Fijáte cómo tenían distorsionada la visión de lo que estaba pasando. Y los que estaban afuera decían, preferimos morir en Argentina que quedarnos
acá.
Recuerdo el caso de Cecilia, que de Suecia no se trajo ni un
alfiler. Tuvo cinco hijos, la primera nació en Córdoba, la segunda, cuyo padre
es Emilio Pérsico, nació en Suecia. La
tercera nace en Nicaragua. Los otros dos
los tuvo acá. La que nace en Suecia, que
de chiquita tenía una voz de pito, te contaba todo ese lío familiar de una
manera muy graciosa.
A: En cierta
manera me reconforta escuchar que los compañeros que participaron en la
contraofensiva no vinieron obligados, sino que ideológicamente sentían que
tenían que continuar la lucha como fuera.
Hay mucha distorsión sobre este tema.
Además, ellos tenían mucho más claro que nosotros lo que estaba pasando
acá. Yo creo que la dirigencia de ese
momento, Firmenich, Perdía, Vaca Narvaja, no merece todo lo que se dice de
ellos. Jamás escuché que dijeran que se
quedaron con el vuelto de nada, Perdía vino acá y se puso a laburar de lo mismo
que hacía antes de todo.
L: Es así. El Vasco (Vaca Narvaja) tiene una
gomería. Volvió ahí, nos juntábamos en
la gomería. Pero además tienen
personalidades muy distintas. Yo creo
que el tipo más inteligente que conocí en mi vida es Pepe Firmenich. Mirá que como constituyente conocí a un
montón de gente; otro que es súper inteligente, del Opus Dei, que fue ministro
del interior de Menem, Barra, también, es una bestia. Es un tipo joven, aunque parece mayor, cuando
fue constituyente, tendría 44 años, pero tenía un equipo del Opus Dei, que eran
increíbles. Tenía que leer algo y con un
vistazo, ya detectaba errores. Los demás
constituyentes discutían basados en los libros de Barra. Pepe también, el Vasco es más operativo. Pepe está más en una posición filosófica, si
vos lo vas a ver y no hablas de contexto internacional, no te dirige la
palabra, así que por lo menos, andá con el diario leído. Después pasa a Latinoamérica, luego Argentina
y termina con Buenos Aires, si querés.
Pero el tipo siempre en los primeros veinte minutos discutí
internacional. Él es soberbio, a muchos
les molestaba eso, a mí no. Se pone en
Perón, habla como él, con sus gestos.
Pero es un tipo maravilloso.
Cuando fui a la Convención Constituyente se lo comenté, porque él
escribió mucho sobre la Constitución. Me
fui a Santa Fe para las sesiones y no lo vi por unos meses. Me encuentro con un compañero que me dice
“Negra, tengo material tuyo”. Resulta
que yo había salido en los diarios, en varias revistas, y el Pepe se las compró
todas y guardó todos los recortes de las noticias donde yo aparecía. Yo le dije después que se hacía el duro, pero
era cariñoso. Tengo algunas fotos de él
cantando y tocando la guitarra. Tiene
esos gestos, pero siempre está con esa distancia. El Vasco es muy militarizado. Y con Perdía siempre queremos armar cosas,
pero no lo llego a entender, no comprendo bien qué quiere.
También me llevaba muy bien con Galimberti, venía a
casa. Andaba prófugo en la época de
Antonio Cafiero, por el único lugar que podía circular era por la provincia de
Buenos Aires, así que lo teníamos siempre acá.
El Loco tenía un grupo chico de amigos, y el resto era enemigo. Pero bueno, estaba loco, si estabas del lado
de enfrente, era tremendo. En 1971, más
o menos, él estaba en JAEN (Juventud Argentina por la Emancipación Nacional),
con Otacehe. Sacaron unos documentos
bárbaros, pero no hicieron otra cosa.
Estaba Jorge Villarruel, de Rincón, Marcos Zuna, gente de Tigre, y
nosotros lo apretábamos para que pusieran en acción lo que decían por
escrito. Era como animémonos y
vayan. Esas son las primeras cosas que
hacíamos, actos relámpagos, las cebollitas para romper vidrios en Coelho.
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La charla comienza a ser interrumpida porque van llegando
los hijos de Lizu, ya pasadas las 10 de la noche. Nos saludan con un “Buenas noches,
compañeros”. La Negra nos dice “Acá
militamos todos”. Todos los pibes vienen
de alguna actividad. Siguen militando
los Salcedo, como desde hace más de 50 años…
Le agradecemos a Lizu por su tiempo y por compartir con
nosotros su historia, que es nuestra historia, para que queden siempre vivas en
nuestra memoria las luchas que nuestro pueblo ha venido librando desde siempre
para hacer un país más justo y solidario; así como los nombres de aquellos que
las han llevado a cabo.
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