Graciela Villalba:
Yo tenía 21 años cuando desapareció mi papá, Mauricio Juan Villalba. Trabajaba en Astilleros Astarsa, tenía 45
años, siempre estuvo en el gremio naval, trabajó en Sánchez y en otro par de
astilleros más. Yo cuando hubo que
juntar los papeles de él, empecé a recorrerlos, su actividad fue siempre lo
gremial. La anécdota que siempre se
cuenta es que cuando yo nací, mi papá se tenía que presentar en Argentinos
Juniors; era la prueba definitiva para que él entrara y justo nací yo. Mi vieja le decía que vaya igual porque era
el futuro de él. Pero como yo fui su primera hija, no quiso ir. Jugó al fútbol, sí, con compañeros y amigos,
pero nunca como profesional. Y jugaba
muy bien, el zurdo le decían. Hacía todo
con la derecha, pero pateaba con la
izquierda. Rarísimo.
Mauricio Villalba |
Alfredo More: Qué
ejemplo de dejar todo por la hija...
GV: Sí, él tenía
esas convicciones. Soy su hija mayor, la única que tuvo en su primer
matrimonio, mi mamá se llamaba María Ester Martínez. Después formó otra pareja y tuvo cinco hijos
más. Siempre tuvimos una relación
excelente, soy la madrina de mi tercera hermana. Él me había prometido que yo iba a ser la
madrina si era varón, decía que si el primer ahijado de una mujer es varón trae
buena suerte. Fue tan grande mi
desilusión cuando nació otra nena, que me dijo si quería serlo igual, y yo por
supuesto, acepté. Y así fue que, en ese
momento, con mis hermanos tuve siempre una excelente relación, jamás dije medio
hermanos, ni nada de eso. Un contacto
frecuente, total, de hermanos.
Cuando yo tenía 13, 14 años, él era radical. De los pocos recuerdos que una tiene, me
quedó el de un festejo radical: yo estaba en los hombros de él. Debe haber sido, si yo nací en el 54, algo
que haya pasado en el 60/62, la asunción de Illia, supongo. Esa imagen me quedó grabada. Bueno, en el 73 despiden a un conjunto de
trabajadores, entre ellos a mi papá. El
23 de junio de 1973 se hace la toma de Astarsa, cuando fallece Jose María
Alessio, por un accidente laboral. Y
dentro del reclamo por mayor seguridad en el trabajo, los compañeros incluyen
la reincorporación de todos los despedidos.
Mi papá no estaba ahí ese día porque justo nació uno de mis
hermanos. A partir de que a él lo
reincorporan, cambió su pensamiento, yo no lo veía tan radical, lo notaba
bastante peroncho. Cantaba las canciones, todo, a mí me
asombraba. En un momento yo le pregunté
por qué ese cambio, y él me contestó. “Es
un agradecimiento hacia mis compañeros, yo, con cinco hijos, con lo que
necesito trabajar, que ellos hayan luchado para que me reincorporan, yo hasta
con la vida voy a devolver este gesto que han tenido mis compañeros”. Y en realidad todos dieron la vida. No sólo los agradecidos o a los
reincorporados.
Graciela Villalba, su hija |
La lucha que termina con la toma comenzó porque habían
fallecido ya varios obreros en Astarsa.
Alessio, el último fallecido, muere quemado en el fondo de un barco que
se estaba construyendo. Estaba muy
abajo, no tenían siquiera con qué sacarlo del barco. Ahí es donde se levantan, no más muertes,
crearon una comisión obrera de seguridad e higiene. De esa lucha también surge la agrupación
gremial José María Alessio, en ella militó la mayoría de los que serían
desaparecidos en el 76. Tenemos un video
que muestra la toma. La mayoría de los
que están hablando ahí están desaparecidos, está el tanitoMastinú, a quien su
hijo ve por primera vez en movimiento, hablando, en ese video. Nosotros lo conseguimos ahora, es un video de
descarte del noticiero de canal 9 que nunca dejaron emitir.
Bueno, mi papá reingresa y comienza a trabajar con la
agrupación gremial. También, a medida
que se fueron desarrollando las cosas, fue colaborador de los chicos de la JTP. Militaban dentro y fuera
de Astarsa. De esa
época recuerdo a los hermanos Vivanco, uruguayos, que estaban amenazados, los
habían refugiado en una casa acá en Canal.
Obvio que la familia no sabía dónde estaban, yo me enteré porque una
noche fui a visitarlo a mi papá y cuando me volvía me acompañó porque tenía que
pasar a ver cómo estaban los Vivanco. Me
pidió que no dijera nada de eso.
Mi papá tenía un auto viejo, y ahora me entero de que en ese
momento los compañeros le habían comprado un rastrojero, le estaban haciendo el
doble fondo para que él pudiera llevar cosas abajo y arriba era como si fuera
un flete. El coche de él ya estaba
re-visto, aparte era tan viejo que a 20 cuadras ya sabían, “ahí viene
Mauricio”.
Bueno, luego de eso en febrero de 1976 asesinan a
Echeverría, Huesito Cabrera y a Casariego.
Yo tengo una duda, porque no recuerdo bien, me parece que no sé si era
por ellos o por otro muchacho que matan, que era correntino, que mi papá viaja
a Corrientes para llevar el cuerpo.
Tengo que confirmar por quién había viajado. Para mí que era Huesito. Recuerdo que fue en febrero porque era la
época de carnavales cuando viajó. En dos
días fueron y volvieron.
Y llegó el 24 de marzo, eso fue re loco, porque yo cumplo
años el 23 de marzo. O sea que esa noche
nos reunimos en mi casa, papá no había venido, estábamos con mis amigos. Obvio que con el festejo no se escuchó radio
ni se miró televisión. Me fui a dormir y
me levanté para ir a trabajar. Cuando
salí era raro, no había un alma en la calle.
Esperé y esperé el colectivo. Yo
estaba preocupada porque mis patrones eran unos verdugos bárbaros y estaba
llegando tarde. No pasaba el tren,
nada. En una de esas me vuelvo, llamo
por teléfono a mi trabajo para avisar que no conseguía transporte y ahí me
dicen “no, Graciela, no anda nada, ¿no te enteraste de que hubo un golpe de
estado?” Ese día mi papá va a trabajar,
lo dejan pasar. Pero ya en la puerta de
entrada de Astarsa ya estaban los milicos, con el listado de los trabajadores
que tenían que levantar, hasta sus
fotos tenían. El listado había sido
provisto por la patronal. Mi viejo va
con ese coche viejo y lo estaciona de la manera como lo hacía siempre, se le
acerca un custodio y le dice que así no lo podía dejar, hace que lo ubique de
otra manera. Al otro día, deja el auto
como le habían dicho el día anterior, vienen y le dicen que así no iba, que lo
ponga asá. Lo estaban provocando. Y mi papá era bastante calentón. No sé cómo se aguantó. Y al tercer día ya no lo dejan ingresar.
Tiempo más tarde llega un telegrama a la
casa con el despido. Yo me acuerdo que
él fue a hacer el trámite junto con Livio Garay, que le decían el Guerri, que
era muy amigo de mi papá, como un hijo
para él. Los dos habían recibido el telegrama de despido.
Después del telegrama ya no los habían dejado ingresar más
al astillero. Supongo que los compañeros
lo habrán ayudado con plata, porque jamás pudieron cobrar la indemnización. Había puesto en la casa una especie de
granja, un gallinero grande, se mantenían con eso. Después supe que lo habían ayudado porque él
solo no lo hubiera podido armar eso. En esos meses nos enteramos que había
algunos chicos que se los llevaron de Astarsa y de otros lados, pero en ese
momento estabas con la cabeza en otro lado, al principio ni se te ocurría que
iba a pasar todo lo que pasó, que te iba a tocar a vos.
Al Guerri se lo llevan el 21 de mayo del 76. Y a mi papá el 25 de mayo. Hacía poquito que yo me había casado, la
noche anterior me había ido a acostar contenta porque al día siguiente podía
descansar, yo trabajaba en Florida. A
eso de las cuatro de la mañana escucho que golpean la puerta, era mi tío, el
hermano de mi papá. Cuando golpean a
esas horas, no es nada bueno lo que te van a decir. “Vengo
a buscarte porque se lo llevaron a tu papá”, dice mi tío.
Teníamos que caminar unas cinco cuadras, más o menos, para
tomar el colectivo. Era una madrugada
con mucha niebla, no veías nada, parecía una película de terror. Mi papá vivía en la calle 26, en Virreyes, en
ese entonces no estaba como ahora, las calles asfaltadas y todo eso. O sea que para llegar ahí… Bueno, lo que me
contaron fue que escucharon golpes, que tiraron la puerta abajo, entraron por
atrás también; la casa estaba bien marcada porque sabían que se podía ingresar por
el fondo. Estaba mi papá con la familia
y una amiga de su esposa, que se había quedado de casualidad. Ella estaba durmiendo en el comedor; la
levantaron de los pelos pensando que era un compañero y se dieron cuenta de que
se trataba de una mujer. A ella y a la
esposa de mi papá las encerraron en una habitación y les dijeron que se taparan
la cara con las sábanas. Pero los
chicos, mis hermanos, sí vieron todo.
Así se lo llevaron.
La mañana del 25 de mayo fuimos hasta el destacamento Otero
a hacer la denuncia, que por supuesto no tomaron. Como nos llegó información de que algunos
pasaban por la comisaría de Tigre, fuimos para allá. Allí vimos uno de los coches que usó la
patota para llevárselo, en el cual vimos que estaba un cinturón que mi papá
usaba para ir a cazar, algo que a él le gustaba mucho. Entonces supusimos que estaba ahí, pero lo
negaron también. Luego, como era
feriado, no pudimos hacer más, yo me fui a la tarde a la casa de Bety Garay, la
esposa de Livio, el Guerri, a preguntarle qué era lo que ella había hecho, ya
que su marido había desaparecido cuatro días antes. Ella me habló de hacer los hábeas corpus, así
que hice uno al otro día, en San Martín y otro en San Isidro. No obtuvimos ningún resultado, no sabíamos
qué hacer, como nadie lo sabía en ese momento.
No podías hacer denuncias, el hábeas corpus no servía para nada, así que
en todo ese tiempo esperábamos, a ver qué podíamos hacer, hasta que vino a
verme la señora de Hugo Rivas, que también está desaparecido, Olga. Con ella empezamos una búsqueda más
grande. Hasta en Campo de Mayo nos
metimos, fuimos a Devoto, porque decían que había navales ahí, pero eran los
dos uruguayos, que los pasaron enseguida a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional, por ser extranjeros, se cuidaban un poco en eso. Uno de ellos se quito
la vida al poco tiempo . También
averiguamos en la Cruz Roja Internacional, a los Derechos Humanos, al edificio
Libertad, donde estaba el monseñor Graselli.
A él había que dejarle los datos y volver a los diez días. Cuando volvimos, a mí me dijo directamente, “no lo busques más, porque ya no está”. A Olga la citó otra vez para diez días más
tarde, pero tampoco le dio noticias. En
ese momento no tenías conciencia de que la Iglesia también estaba involucrada y
ocultando toda esa información. Había
lugares donde nos hacían volver, pero nunca tuvimos una respuesta.
Un día, mirando televisión, aparece un cura diciendo que en
Balcarce 50 iban a dar información de los desaparecidos. Primero vos ibas y te daban un número y el
turno. Al final daban solamente 15
números, o sea que teníamos que pasar la noche ahí para conseguir uno. El resultado, como siempre, el mismo: nada.
Yo calculo que fue a fines de junio del 76, el día 20 o 22,
aparece un hombre en la casa de mi papá.
Nos dijo que había estado detenido, lo habían agarrado en la calle,
borracho, y lo habían llevado a la comisaría de Garín, para que la limpiara
mientras se le pasaba la borrachera.
Dijo que venía en nombre de Mauricio Villalba y nos da un montón de datos:
los apodos de mis hermanos, quiénes eran los vecinos de enfrente. Todo como para que le creyéramos que había
estado con mi papá. Nos dijo: “te voy a decir lo que él me comentó, que
vendas la heladera comercial que tenés ahí por si es necesario que contrates un
abogado”. Y era verdad, la heladera
no se veía. Ahí supimos que estaba en
Garín, que nos movamos con mucha cautela, que si podíamos contratar un abogado
mejor, para no exponernos nosotros.
Además, que tengamos cuidado, porque atrás de todo eso estaba un tal
Patti, que era un hijo de puta. A raíz
de todo esto, al día de hoy, mi hermano, que hoy tiene 47 años, siempre dijo
que si él viera fotos de los que entraron a su casa esa noche, los
reconocería. Cuando yo les avisé a todos
que iba a ser querellante en el juicio, me llamó por teléfono y me comentó “¿Viste Gra que yo siempre te dije que si yo
los veía los iba a reconocer? Cuando me comentaste lo de Patti vine y me puse a
ver fotos de él. Es uno de los que
estuvo esa noche”. Y también estuvo
en la casa de Bety Garay, o sea que todo está relacionado ¿no? El se movía en toda la zona, Garín,
Maschwitz, Escobar. En definitiva, mi
hermano lo reconoce, pero no quiere ir a declarar. Es una macana.
Bueno, juntamos plata para ir a ver un abogado en San
Isidro. Justamente cuando hicieron un
homenaje a unos compañeros sobrevivientes, que se llevaron de los tribunales de
San Isidro, entregados por el mismo juez, ellos mencionan a este abogado que
fui a ver, Rodolfo Gutiérrez. Un tipazo. Primero averiguó unas cosas él y después me mandó
a mí para Garín, para ver qué me decían aproximadamente el 23 o 24 de junio,
mientras él seguía con sus contactos en San Isidro y Garin. Entré a la
comisaría y estoy segurísima que el que estaba sentado era Patti, esas caras no
se olvidan fácilmente. Leía el
diario. El policía que me atendió se
acerca y le dice “Jefe, acá la señora
dice que acá está detenido Mauricio Villalba”. Patti pidió el cuaderno, se fijó y dijo que
no, que no tenía a nadie con ese nombre.
Pero insistió en que pase a mirar.
Yo justo estaba con la señora de mi papá, le dije que ella se quedara
afuera, por las dudas, por si yo no salía en un tiempo prudencial. Bueno, pasé y me mostraron un pasillito de
lejos, donde había unas celdas y algunos presos se asomaron, pero no pude distinguir
nada, me sacaron enseguida.
Luego de esto, voy al
estudio de Rodolfo Gutiérrez aproximadamente el 26 o 27 de junio para
informarle cómo me había ido; me aseguró que mi papá estaba en Garín, por lo
que había podido averiguar, así que me dijo que él mismo iba a ir allá para
confirmarlo; y me citó para el miércoles siguiente para combinar cómo
seguíamos. Cuando fui el miércoles, el
estudio estaba cerrado. Volví el viernes,
cerrado. Empecé a ir una vez por semana,
y nada. Después me enteré de que él
también había desaparecido paralelamente a la fecha del asesinato de mi
papá. El mismo Patti lo perseguía, así
como el juez Dillon, que es quien nos firmó a todos los hábeas corpus, también
la entrega del cuerpo de mi padre la firmó él.
Sabía un montón de cosas. Me
dijeron que ya murió, así que… con ese no vamos a poder hacer nada…
AM: Vos sabés que
yo también lo conocí a Gutiérrez. Cuando
yo quedé detenido en Devoto, mi hermano lo contacta a él. Cuando me traen a provincia, me hacen firmar
que me asignaban un abogado de pobres y ausentes porque su abogado “no está
más”. ¿Cómo no está más?, pregunté. No sé lo que le pasó me contestaron, pero no
está más, así que la justicia le designa
uno.
GV:A Gutiérrez se
lo llevan dos veces, la primera se escapó.
Me parece que se lo habían llevado a La Plata. Y creo que es Patti quien lo recaptura en San
Martín y de ahí desaparece definitivamente.
Dicen que de la primera vez, encima que él era flaquito, había vuelto
hecho un esqueleto.
Bueno, ahí ya no sabíamos qué hacer: no teníamos abogado,
nada. Seguimos buscando, yendo al
ministerio del Interior, en todos los lados donde se pudiera ir, siempre con
Olga, las dos solas, no teníamos contacto con las Madres o los familiares. En enero del 77, recibo la primera citación
del Destacamento Otero. Fui, recuerdo
que hacía mucho calor, me tuvieron desde las 12 del mediodía hasta las cinco de
la tarde, sentada ahí. Ellos comiendo
asado, en short, con la pistola en la cintura.
Yo les preguntaba si me iban a atender, me contestaban que sí, que
esperara ahí, no me podía ir ni siquiera por un rato. El motivo por el que había sido convocada era
para hacer formalmente la denuncia. La
hice. A los días, me vuelven a citar
otra vez para preguntarme si mi papá tenía señas particulares, cuáles
eran. Una tercera vez para que informe
cómo estaba vestido la noche de la detención.
Fui tantas veces y era tanto el tiempo que me tenían cada vez, que la
verdad ya estaba cansada. Hasta que el
28 de abril de 77, cuando me llamaron para ir otra vez, les dije que no
iba. Me contestaron que me iban a venir
a buscar a la fuerza.
Fuimos. Nos atendió
un oficial, Cabrera de nombre. La
verdad, no sé si habrá tenido un poco de consideración, no fue tan cruel para
darme la noticia. Me habló un rato
largo, me preguntó si sabía la situación del país, que a veces las noticias no
eran muy agradables, que quizá había que esperar lo peor. Yo le contesté que no, que mientras hay vida
hay esperanza, y así. Al final, me dijo
que me tenía que decir que mi papá había aparecido. Bueno.
Yo pensé que la noticia no podía ser muy buena. Me dijo que habían encontrado su cadáver. Ahí yo agarré la carpeta, la abrí, miré la
foto, negué que fuera mi viejo. Durante
años cerraba los ojos y tenía la foto ahí adelante. Estaba pelado, producto del agua, porque
había estado sumergido; los peces le habían comido parte de las orejas; se veía
una herida en el pecho. Pero más que
nada fue negar. Cuando di vuelta la
hoja, lo vi de cuerpo entero; a pesar de que estaba hinchado y todo, digamos
que me di cuenta de que era él. Aunque
parezca loco, mi reconocimiento fue por las manos. Se las cortaron y las enviaron a La Plata, yo
las vi en un frasco. Teníamos las manos
iguales él y yo, siempre nos reíamos por eso.
Y por las manos lo reconocí.
Mientras tanto, yo me mantenía fuerte con mi negación. El oficial me dijo si quería llamar a
alguien, lo hice. Me comuniqué con mi
prima, “Moni, apareció mi papá”. Claro, yo lo dije así, empezaron a los
gritos, contentos. Cuando la tuve que
parar y decirle “Apareció, pero muerto”,
fue donde tomé conciencia. No pude hacer
nada más, salí y me fui a la casa de Olga, con quien nos habíamos hecho muy
amigas, con todo lo compartido en la búsqueda.
Teníamos una conexión muy especial.
Cuando entré a su casa, la escena la recuerdo como si fuera ahora, y
hace 36 años de esto. Yo llegué, entré
por el patio, la llamo, me dice que pase.
Veo a sus dos hijas, que son gemelas, jugando en el piso; ella
poniéndole los ruleros a su madre; y cuando cruzamos las miradas, bajó los
brazos, agarró la bolsa de los ruleros y la estrelló contra la pared. Y les dijo
a las nenas que se fueran. Mi
papá había sido compañero de trabajo del suyo; siempre preguntaba por él.
Al otro día tuvimos que volver a la comisaría, reconocí que
se trataba de mi papá. Nos indicaron en
qué parte del cementerio estaba y hacia allí nos dirigimos. A los NN los enterraban en el medio de la
basura, la verdad que nos tiramos en el piso y comenzamos a sacar la basura que
tapaba las tumbas; nos daba vergüenza que fueran tan inhumanos. Aparte que había tres por sepultura. Todo lo que es el paredón del cementerio, a
la derecha, todos NN enterrados. Estaban
en cajones. Algunos sostienen que en la
misma sepultura de papi estaba el hijo de Juan Gelman.
Tuvimos que empezar una serie de trámites, para sacarlo de
ahí, para que deje de ser NN. Hay varios
errores, en vez de Mauricio Juan anotaron Juan Mauricio, para la justicia no
era la misma persona. Finalmente en mayo
del 77 obtengo la autorización para sacarlo de ahí y llevarlo a la sepultura
familiar.
En 2003 fallece mi tía y en el cementerio me dicen que tengo
que reducir el cuerpo de mi papá y de mi tío.
Me preguntaron de qué había fallecido y les digo que lo habían
matado. Claro, me dicen, de un tiro en
la cabeza. No, digo yo, no tengo
entendido eso. Me muestran el cráneo con
un agujero de bala. Y a mí me quedó la
duda. Cuando empiezo a preparar todo
para mi presentación como querellante, le comento a Pablo Llonto, con quien
preparamos todo, que tenía esa duda respecto de la forma en que había
muerto. Pablo recomendó pedir al Juzgado
de San Martín que ordene la exhumación para que el EAAF tome una muestra y la
analice, así yo me quedaba tranquila.
Así lo hicimos. Un día me llama
Maco (Somigliana, del EEAF) por teléfono, recuerdo que yo estaba sola, y me
dice “Graciela, no sé cómo decirte, pero
no es de tu viejo el cuerpo que te dieron”.
Treinta y cinco años después.
Llevándole flores, para el día del padre, el aniversario de la muerte,
del secuestro, cumpleaños…Es más, cuando iba a las reuniones, a mí como que
hasta me daba cosa el hecho de que yo tuviera el cuerpo de mi papá. A veces yo decía que yo tenía la “suerte” de haber recuperado el
cuerpo. Ahora siento la sensación que
tienen todos los demás. Yo pensaba que
era terrible, ver a esas madres tirando flores en el río porque no saben dónde
está su hijo. Pero después de tantos
años, te aseguro que es más terrible. Te
vuelve hasta a avivar la bronca, con qué necesidad, si ya estaba muerto. No sé si a mí me entregaron ese cuerpo por
alguna razón. Quizá como yo no era
militante, habrán pensado que lo dejaría ahí toda la vida y quedaría que ese es
Mauricio Villalba.
Pero no solamente eso.
En la sepultura tenía que haber seis cuerpos: en una urna estaban mis
abuelos, mi tío y mi papá a los que también nos hicieron poner en una urna,
cuando mueren mi tía y mi mamá. O sea,
seis en total. Se llevaron el
desconocido, y me quedan ahora cuatro cuerpos.
Maco tampoco entiende nada.
María José: Las
dudas surgen en 2003, cuando muere la tía.
En 2009, cuando se plantea la duda por el agujero en el cráneo de mi
supuesto abuelo, Maco saca la primera
muestra. En 2012, cuando se abre de
nuevo, no estaba más el cráneo.
GV: En realidad
no saben qué decirme, si alguien del cementerio los sacó, qué pasó. Maco tampoco entiende el por qué ni cuándo
pudo haber pasado eso. Mi duda surge
cuando me muestran ese cráneo, por suerte estaba mi hija conmigo.
María José:
Claro, porque fallece mi tía abuela y fuimos nosotras porque nos dijeron que
teníamos que lavar los huesos. Uno del
personal del cementerio se puso a charlar con mi mamá. Esa persona hacía mucho que trabajaba en el
lugar, incluso desde la dictadura. Yo me
pregunto si el comentario no se lo hizo
a propósito, como para hacerle notar eso.
Y quedó la duda. En 2009, cuando
va Maco, se lleva la muestra y ese cráneo estaba. Y este año, no. Cualquiera que tenga acceso puede abrir la
tumba, vos levantás la tapa y las urnas están ahí, nomás. Quienes están todavía en cajón son mi tía y
mi abuela, pero las urnas estaba como arriba, totalmente accesibles.
No es difícil.
GV: Es así. Ahora, cuál es la intención, tampoco lo podés
saber. Porque aunque yo tuviera ahí el
cuerpo de un desconocido creyendo que era mi padre, luego de retirado ese
cuerpo, deberían haber quedado seis, y había cinco. Y lo sacaron después de que fuera Maco,
porque él vio dos en tierra y dos en cada urna.
Tal vez sacaron el cráneo y partes de algún otro, en algún momento vamos
a tener que verlo bien, yo quiero hacer alguna denuncia, me parece que no es
algo como para dejarlo así. Aunque quede
en la nada, bueno, pero que se asusten los del cementerio, que quizá pensaron
que jamás se iba a descubrir esto.
Volviendo al relato de aquella época, una vez que lo enterré
a mi papá, yo di por finalizada la búsqueda y todo. Como que metí dentro de un frasco, pedí que
me taparan, y ya está. Yo podía ir al
cementerio, lo había encontrado, yo era una “privilegiada”, dentro de la
desgracia.Después, bueno, por la familia empezás a salir, a tener que seguir
haciendo cosas. De todo lo que pasó
quedan secuelas, que van saliendo. Una
de mis hermanas y yo estamos en terapia, bastante bien las dos. De mis hermanos, los dos más chicos no tienen
registro de papá. El más chiquito tenía
un años y medio y el otro tres, cuando se lo llevaron. Las mujeres tenían 11, casi 10 y casi 9. Yo tenía 22, recién me había casado en agosto
del 75. Recuerdo que una semana antes de
que lo detuvieran yo le comenté que tenía la sospecha de estar embarazada y él
se miraba en el espejo y comentaba “No,
soy muy joven para ser abuelo”. Me
contaron que la noche del 24 de mayo, dijo que se iba a afeitar, porque esa iba
a ser una gran noche para él. Cómo es la
vida, cómo vos pensás una cosa y después la realidad te lleva para otro lado
totalmente distinto.
Al principio, a pesar de haber visto la foto de mi papá
muerto, igualmente lo esperaba. Una vez
me fui a Necochea, yo iba mirando constantemente por la ruta, porque a mí se me
figuraba que lo iba a encontrar en algún momento, que quizá había perdido la
memoria por tanta tortura.
Una cosa que me está pasando mucho últimamente es la manera
en que al hablar con distintas personas, como recién nos pasó con Alfredo por
Gutiérrez, van surgiendo cosas, coincidencias, se van armando las historias,
constantemente vas reconstruyendo, siempre.
AM: Lo que vamos
viendo, a medida que van pasando las entrevistas, es cómo los tipos destruyeron
las familias.
GV: Fue así, y
los coletazos que todavía hay! Date
cuenta que mi hermano, que tiene semejante información, que lo vio a Patti en
su casa, y que no lo quiera decir en un juzgado, a mí me mata eso, por momentos
me enoja, otros me amarga. Yo no sé por
qué. También te da bronca, porque ahora
están por cobrar una reparación y la misma historia que cuentan ahí es la que
tendrían que contar en el tribunal.
Ellos tienen derecho a cobrarla por haber estado presentes en el momento
del secuestro del papá. Va lento, porque
empezaron a fines de 2009 y recién han llegado los papeles a los dos más
grandes y están a punto de cobrar.
AM: Lo que vos
nombrás de la reparación, me parece bien.
No sé si lo merecen, pero me parece que es un derecho por lo menos.
GV: Sí,
seguro. Por eso a veces me da bronca,
porque es una información valiosísima, una cosa es que yo diga mi hermano me
contó que vio a tal y cual, y otra muy distinta que lo diga directamente él. A veces tengo ganas de decirle a Pablo que lo
citen igual!
AM: La semana
pasada fue Fernando, el hijo de Mónica y Rubén Almirón, a testificar en el
juicio de la ESMA. Contaba que a partir
de 2006 recién supo quién era su padre, porque incluso la madre le hablaba mal
de él. Estaba resentida con Rubén, no
entendió lo que pasaba en un principio, luego se quedó encerrada como 12 años,
así que menos entendió. Ahora Fernando
está tratando de recobrar todo el tiempo perdido, pero igual es muy difícil. A Mónica la secuestran a los 15 años junto
con su hermana Patricia, de 13; cuando volvieron, la madre las trataba mal, las
culpaba por la detención. Cuando las
secuestran, en el barrio San Jorge, detienen también a dos flacos más. Y Mónica hizo pareja con uno de ellos.
María José: Una
de las hermanas de mi mamá, con las que no tenemos trato, lleva a su hija al
instituto donde yo enseño inglés, yo le tuve que informar de todo e hizo como
que no me conocía. Mi prima hermana, es
de hecho alumna mía, pero no lo sabe.
Desde 2010 que va a las clases; a
mí me da cosa encararla, tiene como 16 años.
GV: Sí, es
rarísimo, el otro día yo venía sentada detrás de ella en el colectivo, y no
sabe que soy la tía.
Yo fui a un montón de actividades de la comisión por la
memoria y nunca decía que era la hija de Mauricio Villalba. Una vez en Canal se me dio por decir, y de
ahí en más Rufi empezó a invitarme a las reuniones, pero por problemas de
trabajo, yo hacía horarios rotativos, no pude mantener una continuidad. Después, cuando empecé a cuidar a mi sobrino
para que mi hermana pudiera trabajar, empecé a ir. Yo comentaba que a través de toda esta
terrible experiencia, a mí me angustiaba mucho lo que había pasado con el
después.
Nosotros nos reencontramos con Facundo, que es el hijo de
una pareja con la que yo hice el curso prematrimonial. Un día yo estaba en el cementerio y veo que
llega un cortejo fúnebre; me quedé mirando porque era impresionante la cantidad
de gente, además, llevaban dos ataúdes juntos.
Me extrañó mucho eso, nunca lo había visto; se me dio por mirar dónde
los ponían. Una vez lo recordé y fui a
ver quiénes eran: me encuentro con que se trataba de la parejita esta. Ellos se habían casado primero, a las dos
semanas me casé yo. Los encontraron
entre ocho personas que aparecieron en una playa de estacionamiento en Capital,
los habían fusilado. Al abuelo de
Facundo lo llevan para reconocer al yerno y a la primera que descubre es a la
hija. Acribillados los dos. Después de muchos años lo buscan a Facundo,
se enteraban de que andaba mal, pero nadie lo podía encontrar. Resulta que vivió años a la vuelta de la casa
de Chacho, que era el que más lo buscaba.
Cuando lo fueron a ver le preguntaron si estaba Facundo Rojas y él
respondió “mi hermano no está”, no
sabía quiénes lo buscaban. La cuestión
que un día apareció en la Comisión.
Contó que cuando van a llevarse a la mamá de la casa, allí estaba
Gallito, que había ido a avisar que se fueran porque estaban rastrillando la
zona. El ve cuando la madre envuelve a
Facundo y lo pone debajo de la cama.
Como el papá no estaba, no estuvieron mucho tiempo. A Gallito le pegaron
mal, pero lo dejaron, tenía 16 años, les dijo que estaba ahí de casualidad, que
era monaguillo de la iglesia. Fue corto el operativo, pero a la chica se la
llevaron. Gallito lo saca de debajo de
la cama y justo venía la abuela que vivía enfrente y él le entrega al nene. O sea que en la comisión se reencuentran los
dos. La versión que a Facundo le
contaron los abuelos fue que los padres habían muerto en un accidente de
tránsito. No conocía a sus padres, no
tenía una foto. Los conoció en la
Comisión, que empezó toda una búsqueda de querer saber, andaba atrás de una
mujer que vivía enfrente de la casa de donde se llevaron a la mamá. Le contó que la abuela estaba por quemar las
fotos y la mujer se las pidió y las
guardó. Facundo la localiza hará unos
tres años, en Grand Bourg. Cuando fue a
verla, llamó y salió una señora viejita que le dijo “A vos te estaba
esperando”. Le entregó un sobre lleno de
fotos, cartas, boletas de cosas que habían comprado, telegramas que les habían
mandado a los padres cuando se fueron de luna de miel. A los quince días, Facundo llama porque
quería ir a verla nuevamente, pero la señora ya había fallecido. Parece que esperó hasta que él la
encontrara. Yo sé que atrás de cada
caso, en cada familia, algo pasó y sigue pasando. No podés vivir tantos años con mentiras. A mis hermanos la esposa de mi papá les dijo
que él había muerto quemado con agua hirviendo.
En la casa de él, la madre de ellos se había juntado con otro hombre y
de mi papá no se pudo hablar más. Los
chicos no preguntaban, no tenían registro del padre, nada. Esto está pasando en muchos lugares. Porque con el tema de la memoria se
reivindica a los que son más conocidos, pero hay obreros, trabajadores que
están desaparecidos y tal vez la familia que quedó no lo sabe. Quizá el que estaba más comprometido, que
militaba más, sabía qué tenía que hacer, pero nosotros, que no militábamos no
sabíamos para dónde disparar. La señora
del Guerri, a quien yo voy a ver el 26 de mayo, la levantaron también. Ella había luchado mucho por quedar
embarazada, y quedó justo en esos meses; al final lo perdió por tanta
tortura. Livio Garay, Luis Venencio,
Hugo Rivas, Martín Mastinú, los de Astarsa.
Carbonilla (Jorge Lescano) era de Astarsa también. Mi papá era un obrero, el no escribía, no iba
a la facultad, pero su destino fue igual al de los demás, lo que quiero decir
es que él luchaba por lo mismo que el periodista, el médico y todos.
El trabajaba en Astarsa, no era delegado ni nada. Cuando lo despiden y luego de la lucha de sus
compañeros por su reincorporación, comienza a militar, después del 73, como adherente. Bah, más que adherente, era un cuadro de
confianza.
Había mucha interna en el gremio naval, su agrupación había
ganado una elección que la burocracia sindical se las robó, había mucho
enfrentamiento con el gremio; no fue otro que la patota que lo dirigía, junto
con la patronal, la que los entregó a todos ellos.
Después de tanta lucha espero ansiosa el juicio de Navales.
Ha sido un camino muy largo y lleno de dolor. Pero sin dudas siento la fuerza y
al amor que mi papá me brindo cada día de mi vida hasta que se lo llevaron.
Espero que el juicio sea reparador y después de tantos años de injusticia
finalmente los culpables de tanto horror estén en la cárcel hasta el último día
de sus vidas. A mi papá nadie me lo va a devolver pero ojalá que él pueda finalmente
descansar en paz. El tiempo dirá cuando nos reencontraremos y poder darnos ese
abrazo tan ansiado. Por otra parte, mi cuenta pendiente es lograr que todos los
hijos de los compañeros desaparecidos sean reconocidos y reparados de la misma
manera. Esta es la tarea que empezaremos
junto con otros hijos luchando siempre por la igualdad que nuestros padres
tanto desearon.
Astarsa |
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