Elegimos bien...

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mauricio Villalba

Graciela Villalba: Yo tenía 21 años cuando desapareció mi papá, Mauricio Juan Villalba.  Trabajaba en Astilleros Astarsa, tenía 45 años, siempre estuvo en el gremio naval, trabajó en Sánchez y en otro par de astilleros más.  Yo cuando hubo que juntar los papeles de él, empecé a recorrerlos, su actividad fue siempre lo gremial.  La anécdota que siempre se cuenta es que cuando yo nací, mi papá se tenía que presentar en Argentinos Juniors; era la prueba definitiva para que él entrara y justo nací yo.  Mi vieja le decía que vaya igual porque era el futuro de él. Pero como yo fui su primera hija, no quiso ir.  Jugó al fútbol, sí, con compañeros y amigos, pero nunca como profesional.  Y jugaba muy bien, el zurdo le decían.  Hacía todo con la derecha, pero pateaba con  la izquierda.  Rarísimo. 
Mauricio Villalba

Alfredo More: Qué ejemplo de dejar todo por la hija...
GV: Sí, él tenía esas convicciones. Soy su hija mayor, la única que tuvo en su primer matrimonio, mi mamá se llamaba María Ester Martínez.  Después formó otra pareja y tuvo cinco hijos más.  Siempre tuvimos una relación excelente, soy la madrina de mi tercera hermana.  Él me había prometido que yo iba a ser la madrina si era varón, decía que si el primer ahijado de una mujer es varón trae buena suerte.  Fue tan grande mi desilusión cuando nació otra nena, que me dijo si quería serlo igual, y yo por supuesto, acepté.  Y así fue que, en ese momento, con mis hermanos tuve siempre una excelente relación, jamás dije medio hermanos, ni nada de eso.  Un contacto frecuente, total, de hermanos.
Cuando yo tenía 13, 14 años, él era radical.  De los pocos recuerdos que una tiene, me quedó el de un festejo radical: yo estaba en los hombros de él.  Debe haber sido, si yo nací en el 54, algo que haya pasado en el 60/62, la asunción de Illia, supongo.  Esa imagen me quedó grabada.  Bueno, en el 73 despiden a un conjunto de trabajadores, entre ellos a mi papá.  El 23 de junio de 1973 se hace la toma de Astarsa, cuando fallece Jose María Alessio, por un accidente laboral.  Y dentro del reclamo por mayor seguridad en el trabajo, los compañeros incluyen la reincorporación de todos los despedidos.  Mi papá no estaba ahí ese día porque justo nació uno de mis hermanos.  A partir de que a él lo reincorporan, cambió su pensamiento, yo no lo veía tan radical, lo notaba bastante peroncho.  Cantaba las canciones, todo, a mí me asombraba.  En un momento yo le pregunté por qué ese cambio, y él me contestó. “Es un agradecimiento hacia mis compañeros, yo, con cinco hijos, con lo que necesito trabajar, que ellos hayan luchado para que me reincorporan, yo hasta con la vida voy a devolver este gesto que han tenido mis compañeros”.  Y en realidad todos dieron la vida.  No sólo los agradecidos o a los reincorporados. 
Graciela Villalba, su hija

La lucha que termina con la toma comenzó porque habían fallecido ya varios obreros en Astarsa.  Alessio, el último fallecido, muere quemado en el fondo de un barco que se estaba construyendo.  Estaba muy abajo, no tenían siquiera con qué sacarlo del barco.  Ahí es donde se levantan, no más muertes, crearon una comisión obrera de seguridad e higiene.    De esa lucha también surge la agrupación gremial José María Alessio, en ella militó la mayoría de los que serían desaparecidos en el 76.  Tenemos un video que muestra la toma.  La mayoría de los que están hablando ahí están desaparecidos, está el tanitoMastinú, a quien su hijo ve por primera vez en movimiento, hablando, en ese video.  Nosotros lo conseguimos ahora, es un video de descarte del noticiero de canal 9 que nunca dejaron emitir. 
Bueno, mi papá reingresa y comienza a trabajar con la agrupación gremial.  También, a medida que se fueron desarrollando las cosas, fue colaborador de los chicos de la JTP.  Militaban dentro y fuera
de Astarsa.  De esa época recuerdo a los hermanos Vivanco, uruguayos, que estaban amenazados, los habían refugiado en una casa acá en Canal.  Obvio que la familia no sabía dónde estaban, yo me enteré porque una noche fui a visitarlo a mi papá y cuando me volvía me acompañó porque tenía que pasar a ver cómo estaban los Vivanco.  Me pidió que no dijera nada de eso.
Mi papá tenía un auto viejo, y ahora me entero de que en ese momento los compañeros le habían comprado un rastrojero, le estaban haciendo el doble fondo para que él pudiera llevar cosas abajo y arriba era como si fuera un flete.  El coche de él ya estaba re-visto, aparte era tan viejo que a 20 cuadras ya sabían, “ahí viene Mauricio”. 
Bueno, luego de eso en febrero de 1976 asesinan a Echeverría, Huesito Cabrera y a Casariego.  Yo tengo una duda, porque no recuerdo bien, me parece que no sé si era por ellos o por otro muchacho que matan, que era correntino, que mi papá viaja a Corrientes para llevar el cuerpo.  Tengo que confirmar por quién había viajado.  Para mí que era Huesito.  Recuerdo que fue en febrero porque era la época de carnavales cuando viajó.  En dos días fueron y volvieron. 
Y llegó el 24 de marzo, eso fue re loco, porque yo cumplo años el 23 de marzo.  O sea que esa noche nos reunimos en mi casa, papá no había venido, estábamos con mis amigos.  Obvio que con el festejo no se escuchó radio ni se miró televisión.  Me fui a dormir y me levanté para ir a trabajar.  Cuando salí era raro, no había un alma en la calle.  Esperé y esperé el colectivo.  Yo estaba preocupada porque mis patrones eran unos verdugos bárbaros y estaba llegando tarde.  No pasaba el tren, nada.  En una de esas me vuelvo, llamo por teléfono a mi trabajo para avisar que no conseguía transporte y ahí me dicen “no, Graciela, no anda nada, ¿no te enteraste de que hubo un golpe de estado?”  Ese día mi papá va a trabajar, lo dejan pasar.  Pero ya en la puerta de entrada de Astarsa ya estaban los milicos, con el listado de los trabajadores que tenían que levantar, hasta sus fotos tenían.  El listado había sido provisto por la patronal.  Mi viejo va con ese coche viejo y lo estaciona de la manera como lo hacía siempre, se le acerca un custodio y le dice que así no lo podía dejar, hace que lo ubique de otra manera.  Al otro día, deja el auto como le habían dicho el día anterior, vienen y le dicen que así no iba, que lo ponga asá.  Lo estaban provocando.  Y mi papá era bastante calentón.  No sé cómo se aguantó.  Y al tercer día ya no lo dejan ingresar. Tiempo más tarde  llega un telegrama a la casa con el despido.  Yo me acuerdo que él fue a hacer el trámite junto con Livio Garay, que le decían el Guerri, que era muy amigo  de mi papá, como un hijo para él.  Los dos  habían recibido el telegrama de despido.
Después del telegrama ya no los habían dejado ingresar más al astillero.  Supongo que los compañeros lo habrán ayudado con plata, porque jamás pudieron cobrar la  indemnización.  Había puesto en la casa una especie de granja, un gallinero grande, se mantenían con eso.  Después supe que lo habían ayudado porque él solo no lo hubiera podido armar eso. En esos meses nos enteramos que había algunos chicos que se los llevaron de Astarsa y de otros lados, pero en ese momento estabas con la cabeza en otro lado, al principio ni se te ocurría que iba a pasar todo lo que pasó, que te iba a tocar a vos.
Al Guerri se lo llevan el 21 de mayo del 76.  Y a mi papá el 25 de mayo.  Hacía poquito que yo me había casado, la noche anterior me había ido a acostar contenta porque al día siguiente podía descansar, yo trabajaba en Florida.  A eso de las cuatro de la mañana escucho que golpean la puerta, era mi tío, el hermano de mi papá.  Cuando golpean a esas horas, no es nada bueno lo que te van a decir.  “Vengo a buscarte porque se lo llevaron a tu papá”, dice mi tío.
Teníamos que caminar unas cinco cuadras, más o menos, para tomar el colectivo.  Era una madrugada con mucha niebla, no veías nada, parecía una película de terror.  Mi papá vivía en la calle 26, en Virreyes, en ese entonces no estaba como ahora, las calles asfaltadas y todo eso.  O sea que para llegar ahí… Bueno, lo que me contaron fue que escucharon golpes, que tiraron la puerta abajo, entraron por atrás también; la casa estaba bien marcada porque sabían que se podía ingresar por el fondo.  Estaba mi papá con la familia y una amiga de su esposa, que se había quedado de casualidad.  Ella estaba durmiendo en el comedor; la levantaron de los pelos pensando que era un compañero y se dieron cuenta de que se trataba de una mujer.  A ella y a la esposa de mi papá las encerraron en una habitación y les dijeron que se taparan la cara con las sábanas.  Pero los chicos, mis hermanos, sí vieron todo.  Así se lo llevaron.
La mañana del 25 de mayo fuimos hasta el destacamento Otero a hacer la denuncia, que por supuesto no tomaron.  Como nos llegó información de que algunos pasaban por la comisaría de Tigre, fuimos para allá.  Allí vimos uno de los coches que usó la patota para llevárselo, en el cual vimos que estaba un cinturón que mi papá usaba para ir a cazar, algo que a él le gustaba mucho.  Entonces supusimos que estaba ahí, pero lo negaron también.  Luego, como era feriado, no pudimos hacer más, yo me fui a la tarde a la casa de Bety Garay, la esposa de Livio, el Guerri, a preguntarle qué era lo que ella había hecho, ya que su marido había desaparecido cuatro días antes.  Ella me habló de hacer los hábeas corpus, así que hice uno al otro día, en San Martín y otro en San Isidro.    No obtuvimos ningún resultado, no sabíamos qué hacer, como nadie lo sabía en ese momento.  No podías hacer denuncias, el hábeas corpus no servía para nada, así que en todo ese tiempo esperábamos, a ver qué podíamos hacer, hasta que vino a verme la señora de Hugo Rivas, que también está desaparecido, Olga.  Con ella empezamos una búsqueda más grande.  Hasta en Campo de Mayo nos metimos, fuimos a Devoto, porque decían que había navales ahí, pero eran los dos uruguayos, que los pasaron enseguida a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, por ser extranjeros, se cuidaban un poco en eso. Uno de ellos se quito la vida al poco tiempo .  También averiguamos en la Cruz Roja Internacional, a los Derechos Humanos, al edificio Libertad, donde estaba el monseñor Graselli.  A él había que dejarle los datos y volver a los diez días.  Cuando volvimos, a mí me dijo directamente, “no lo busques más, porque ya no está”.  A Olga la citó otra vez para diez días más tarde, pero tampoco le dio noticias.  En ese momento no tenías conciencia de que la Iglesia también estaba involucrada y ocultando toda esa información.  Había lugares donde nos hacían volver, pero nunca tuvimos una respuesta.
Un día, mirando televisión, aparece un cura diciendo que en Balcarce 50 iban a dar información de los desaparecidos.  Primero vos ibas y te daban un número y el turno.  Al final daban solamente 15 números, o sea que teníamos que pasar la noche ahí para conseguir uno.  El resultado, como siempre, el mismo: nada.
Yo calculo que fue a fines de junio del 76, el día 20 o 22, aparece un hombre en la casa de mi papá.  Nos dijo que había estado detenido, lo habían agarrado en la calle, borracho, y lo habían llevado a la comisaría de Garín, para que la limpiara mientras se le pasaba la borrachera.  Dijo que venía en nombre de Mauricio Villalba y nos da un montón de datos: los apodos de mis hermanos, quiénes eran los vecinos de enfrente.  Todo como para que le creyéramos que había estado con mi papá.  Nos dijo: “te voy a decir lo que él me comentó, que vendas la heladera comercial que tenés ahí por si es necesario que contrates un abogado”.  Y era verdad, la heladera no se veía.  Ahí supimos que estaba en Garín, que nos movamos con mucha cautela, que si podíamos contratar un abogado mejor, para no exponernos nosotros.  Además, que tengamos cuidado, porque atrás de todo eso estaba un tal Patti, que era un hijo de puta.  A raíz de todo esto, al día de hoy, mi hermano, que hoy tiene 47 años, siempre dijo que si él viera fotos de los que entraron a su casa esa noche, los reconocería.  Cuando yo les avisé a todos que iba a ser querellante en el juicio, me llamó por teléfono y me comentó “¿Viste Gra que yo siempre te dije que si yo los veía los iba a reconocer? Cuando me comentaste lo de Patti vine y me puse a ver fotos de él.  Es uno de los que estuvo esa noche”.  Y también estuvo en la casa de Bety Garay, o sea que todo está relacionado ¿no?  El se movía en toda la zona, Garín, Maschwitz, Escobar.  En definitiva, mi hermano lo reconoce, pero no quiere ir a declarar.  Es una macana. 
Bueno, juntamos plata para ir a ver un abogado en San Isidro. Justamente cuando  hicieron un homenaje a unos compañeros sobrevivientes, que se llevaron de los tribunales de San Isidro, entregados por el mismo juez, ellos mencionan a este abogado que fui a ver, Rodolfo Gutiérrez.  Un tipazo.  Primero averiguó unas cosas él y después me mandó a mí para Garín, para ver qué me decían aproximadamente el 23 o 24 de junio, mientras él seguía con sus contactos en San Isidro y Garin. Entré a la comisaría y estoy segurísima que el que estaba sentado era Patti, esas caras no se olvidan fácilmente.  Leía el diario.  El policía que me atendió se acerca y le dice “Jefe, acá la señora dice que acá está detenido Mauricio Villalba”.  Patti pidió el cuaderno, se fijó y dijo que no, que no tenía a nadie con ese nombre.  Pero insistió en que pase a mirar.  Yo justo estaba con la señora de mi papá, le dije que ella se quedara afuera, por las dudas, por si yo no salía en un tiempo prudencial.  Bueno, pasé y me mostraron un pasillito de lejos, donde había unas celdas y algunos presos se asomaron, pero no pude distinguir nada, me sacaron enseguida. 
Luego de esto, voy  al estudio de Rodolfo Gutiérrez aproximadamente el 26 o 27 de junio para informarle cómo me había ido; me aseguró que mi papá estaba en Garín, por lo que había podido averiguar, así que me dijo que él mismo iba a ir allá para confirmarlo; y me citó para el miércoles siguiente para combinar cómo seguíamos.  Cuando fui el miércoles, el estudio estaba cerrado.  Volví el viernes, cerrado.  Empecé a ir una vez por semana, y nada.  Después me enteré de que él también había desaparecido paralelamente a la fecha del asesinato de mi papá.  El mismo Patti lo perseguía, así como el juez Dillon, que es quien nos firmó a todos los hábeas corpus, también la entrega del cuerpo de mi padre la firmó él.  Sabía un montón de cosas.  Me dijeron que ya murió, así que… con ese no vamos a poder hacer nada…
AM: Vos sabés que yo también lo conocí a Gutiérrez.  Cuando yo quedé detenido en Devoto, mi hermano lo contacta a él.  Cuando me traen a provincia, me hacen firmar que me asignaban un abogado de pobres y ausentes porque su abogado “no está más”.  ¿Cómo no está más?, pregunté.  No sé lo que le pasó me contestaron, pero no está  más, así que la justicia le designa uno.
GV:A Gutiérrez se lo llevan dos veces, la primera se escapó.  Me parece que se lo habían llevado a La Plata.  Y creo que es Patti quien lo recaptura en San Martín y de ahí desaparece definitivamente.  Dicen que de la primera vez, encima que él era flaquito, había vuelto hecho un esqueleto. 
Bueno, ahí ya no sabíamos qué hacer: no teníamos abogado, nada.  Seguimos buscando, yendo al ministerio del Interior, en todos los lados donde se pudiera ir, siempre con Olga, las dos solas, no teníamos contacto con las Madres o los familiares.  En enero del 77, recibo la primera citación del Destacamento Otero.  Fui, recuerdo que hacía mucho calor, me tuvieron desde las 12 del mediodía hasta las cinco de la tarde, sentada ahí.  Ellos comiendo asado, en short, con la pistola en la cintura.  Yo les preguntaba si me iban a atender, me contestaban que sí, que esperara ahí, no me podía ir ni siquiera por un rato.  El motivo por el que había sido convocada era para hacer formalmente la denuncia.  La hice.  A los días, me vuelven a citar otra vez para preguntarme si mi papá tenía señas particulares, cuáles eran.  Una tercera vez para que informe cómo estaba vestido la noche de la detención.  Fui tantas veces y era tanto el tiempo que me tenían cada vez, que la verdad ya estaba cansada.  Hasta que el 28 de abril de 77, cuando me llamaron para ir otra vez, les dije que no iba.  Me contestaron que me iban a venir a buscar a la fuerza. 
Fuimos.  Nos atendió un oficial, Cabrera de nombre.  La verdad, no sé si habrá tenido un poco de consideración, no fue tan cruel para darme la noticia.  Me habló un rato largo, me preguntó si sabía la situación del país, que a veces las noticias no eran muy agradables, que quizá había que esperar lo peor.  Yo le contesté que no, que mientras hay vida hay esperanza, y así.  Al final, me dijo que me tenía que decir que mi papá había aparecido.  Bueno.  Yo pensé que la noticia no podía ser muy buena.  Me dijo que habían encontrado su cadáver.  Ahí yo agarré la carpeta, la abrí, miré la foto, negué que fuera mi viejo.  Durante años cerraba los ojos y tenía la foto ahí adelante.  Estaba pelado, producto del agua, porque había estado sumergido; los peces le habían comido parte de las orejas; se veía una herida en el pecho.   Pero más que nada fue negar.  Cuando di vuelta la hoja, lo vi de cuerpo entero; a pesar de que estaba hinchado y todo, digamos que me di cuenta de que era él.  Aunque parezca loco, mi reconocimiento fue por las manos.  Se las cortaron y las enviaron a La Plata, yo las vi en un frasco.  Teníamos las manos iguales él y yo, siempre nos reíamos por eso.  Y por las manos lo reconocí.  Mientras tanto, yo me mantenía fuerte con mi negación.  El oficial me dijo si quería llamar a alguien, lo hice.  Me comuniqué con mi prima, “Moni, apareció mi papá”.  Claro, yo lo dije así, empezaron a los gritos, contentos.  Cuando la tuve que parar y decirle “Apareció, pero muerto”, fue donde tomé conciencia.  No pude hacer nada más, salí y me fui a la casa de Olga, con quien nos habíamos hecho muy amigas, con todo lo compartido en la búsqueda.  Teníamos una conexión muy especial.  Cuando entré a su casa, la escena la recuerdo como si fuera ahora, y hace 36 años de esto.  Yo llegué, entré por el patio, la llamo, me dice que pase.  Veo a sus dos hijas, que son gemelas, jugando en el piso; ella poniéndole los ruleros a su madre; y cuando cruzamos las miradas, bajó los brazos, agarró la bolsa de los ruleros y la estrelló contra la pared.  Y les dijo  a las nenas que se fueran.  Mi papá había sido compañero de trabajo del suyo; siempre preguntaba por él.  
Al otro día tuvimos que volver a la comisaría, reconocí que se trataba de mi papá.  Nos indicaron en qué parte del cementerio estaba y hacia allí nos dirigimos.  A los NN los enterraban en el medio de la basura, la verdad que nos tiramos en el piso y comenzamos a sacar la basura que tapaba las tumbas; nos daba vergüenza que fueran tan inhumanos.  Aparte que había tres por sepultura.  Todo lo que es el paredón del cementerio, a la derecha, todos NN enterrados.  Estaban en cajones.  Algunos sostienen que en la misma sepultura de papi estaba el hijo de Juan Gelman.
Tuvimos que empezar una serie de trámites, para sacarlo de ahí, para que deje de ser NN.  Hay varios errores, en vez de Mauricio Juan anotaron Juan Mauricio, para la justicia no era la misma persona.  Finalmente en mayo del 77 obtengo la autorización para sacarlo de ahí y llevarlo a la sepultura familiar.
En 2003 fallece mi tía y en el cementerio me dicen que tengo que reducir el cuerpo de mi papá y de mi tío.  Me preguntaron de qué había fallecido y les digo que lo habían matado.  Claro, me dicen, de un tiro en la cabeza.  No, digo yo, no tengo entendido eso.  Me muestran el cráneo con un agujero de bala.  Y a mí me quedó la duda.  Cuando empiezo a preparar todo para mi presentación como querellante, le comento a Pablo Llonto, con quien preparamos todo, que tenía esa duda respecto de la forma en que había muerto.  Pablo recomendó pedir al Juzgado de San Martín que ordene la exhumación para que el EAAF tome una muestra y la analice, así yo me quedaba tranquila.  Así lo hicimos.  Un día me llama Maco (Somigliana, del EEAF) por teléfono, recuerdo que yo estaba sola, y me dice “Graciela, no sé cómo decirte, pero no es de tu viejo el cuerpo que te dieron”.  Treinta y cinco años después.  Llevándole flores, para el día del padre, el aniversario de la muerte, del secuestro, cumpleaños…Es más, cuando iba a las reuniones, a mí como que hasta me daba cosa el hecho de que yo tuviera el cuerpo de mi papá.  A veces yo decía que yo tenía la “suerte” de haber recuperado el cuerpo.  Ahora siento la sensación que tienen todos los demás.  Yo pensaba que era terrible, ver a esas madres tirando flores en el río porque no saben dónde está su hijo.  Pero después de tantos años, te aseguro que es más terrible.  Te vuelve hasta a avivar la bronca, con qué necesidad, si ya estaba muerto.  No sé si a mí me entregaron ese cuerpo por alguna razón.  Quizá como yo no era militante, habrán pensado que lo dejaría ahí toda la vida y quedaría que ese es Mauricio Villalba. 
Pero no solamente eso.  En la sepultura tenía que haber seis cuerpos: en una urna estaban mis abuelos, mi tío y mi papá a los que también nos hicieron poner en una urna, cuando mueren mi tía y mi mamá.  O sea, seis en total.  Se llevaron el desconocido, y me quedan ahora cuatro cuerpos.  Maco tampoco entiende nada. 
María José: Las dudas surgen en 2003, cuando muere la tía.  En 2009, cuando se plantea la duda por el agujero en el cráneo de mi supuesto abuelo, Maco saca la  primera muestra.  En 2012, cuando se abre de nuevo, no estaba más el cráneo.
GV: En realidad no saben qué decirme, si alguien del cementerio los sacó, qué pasó.  Maco tampoco entiende el por qué ni cuándo pudo haber pasado eso.  Mi duda surge cuando me muestran ese cráneo, por suerte estaba mi hija conmigo.
María José: Claro, porque fallece mi tía abuela y fuimos nosotras porque nos dijeron que teníamos que lavar los huesos.  Uno del personal del cementerio se puso a charlar con mi mamá.  Esa persona hacía mucho que trabajaba en el lugar, incluso desde la dictadura.  Yo me pregunto si el comentario no  se lo hizo a propósito, como para hacerle notar eso.  Y quedó la duda.  En 2009, cuando va Maco, se lleva la muestra y ese cráneo estaba.  Y este año, no.  Cualquiera que tenga acceso puede abrir la tumba, vos levantás la tapa y las urnas están ahí, nomás.  Quienes están todavía en cajón son mi tía y mi abuela, pero las urnas estaba como arriba, totalmente  accesibles.  No es difícil.
GV: Es así.  Ahora, cuál es la intención, tampoco lo podés saber.  Porque aunque yo tuviera ahí el cuerpo de un desconocido creyendo que era mi padre, luego de retirado ese cuerpo, deberían haber quedado seis, y había cinco.  Y lo sacaron después de que fuera Maco, porque él vio dos en tierra y dos en cada urna.  Tal vez sacaron el cráneo y partes de algún otro, en algún momento vamos a tener que verlo bien, yo quiero hacer alguna denuncia, me parece que no es algo como para dejarlo así.  Aunque quede en la nada, bueno, pero que se asusten los del cementerio, que quizá pensaron que jamás se iba a descubrir esto.
Volviendo al relato de aquella época, una vez que lo enterré a mi papá, yo di por finalizada la búsqueda y todo.  Como que metí dentro de un frasco, pedí que me taparan, y ya está.  Yo podía ir al cementerio, lo había encontrado, yo era una “privilegiada”, dentro de la desgracia.Después, bueno, por la familia empezás a salir, a tener que seguir haciendo cosas.  De todo lo que pasó quedan secuelas, que van saliendo.  Una de mis hermanas y yo estamos en terapia, bastante bien las dos.  De mis hermanos, los dos más chicos no tienen registro de papá.  El más chiquito tenía un años y medio y el otro tres, cuando se lo llevaron.  Las mujeres tenían 11, casi 10 y casi 9.  Yo tenía 22, recién me había casado en agosto del 75.  Recuerdo que una semana antes de que lo detuvieran yo le comenté que tenía la sospecha de estar embarazada y él se miraba en el espejo y comentaba “No, soy muy joven para ser abuelo”.  Me contaron que la noche del 24 de mayo, dijo que se iba a afeitar, porque esa iba a ser una gran noche para él.  Cómo es la vida, cómo vos pensás una cosa y después la realidad te lleva para otro lado totalmente distinto.
Al principio, a pesar de haber visto la foto de mi papá muerto, igualmente lo esperaba.  Una vez me fui a Necochea, yo iba mirando constantemente por la ruta, porque a mí se me figuraba que lo iba a encontrar en algún momento, que quizá había perdido la memoria por tanta tortura. 
Una cosa que me está pasando mucho últimamente es la manera en que al hablar con distintas personas, como recién nos pasó con Alfredo por Gutiérrez, van surgiendo cosas, coincidencias, se van armando las historias, constantemente vas reconstruyendo, siempre.
AM: Lo que vamos viendo, a medida que van pasando las entrevistas, es cómo los tipos destruyeron las familias.
GV: Fue así, y los coletazos que todavía hay!  Date cuenta que mi hermano, que tiene semejante información, que lo vio a Patti en su casa, y que no lo quiera decir en un juzgado, a mí me mata eso, por momentos me enoja, otros me amarga.  Yo no sé por qué.  También te da bronca, porque ahora están por cobrar una reparación y la misma historia que cuentan ahí es la que tendrían que contar en el tribunal.  Ellos tienen derecho a cobrarla por haber estado presentes en el momento del secuestro del papá.  Va lento, porque empezaron a fines de 2009 y recién han llegado los papeles a los dos más grandes y están a punto de  cobrar.
AM: Lo que vos nombrás de la reparación, me parece bien.  No sé si lo merecen, pero me parece que es un derecho por lo menos.
GV: Sí, seguro.  Por eso a veces me da bronca, porque es una información valiosísima, una cosa es que yo diga mi hermano me contó que vio a tal y cual, y otra muy distinta que lo diga directamente él.  A veces tengo ganas de decirle a Pablo que lo citen igual!
AM: La semana pasada fue Fernando, el hijo de Mónica y Rubén Almirón, a testificar en el juicio de la ESMA.  Contaba que a partir de 2006 recién supo quién era su padre, porque incluso la madre le hablaba mal de él.  Estaba resentida con Rubén, no entendió lo que pasaba en un principio, luego se quedó encerrada como 12 años, así que menos entendió.  Ahora Fernando está tratando de recobrar todo el tiempo perdido, pero igual es muy difícil.  A Mónica la secuestran a los 15 años junto con su hermana Patricia, de 13; cuando volvieron, la madre las trataba mal, las culpaba por la detención.  Cuando las secuestran, en el barrio San Jorge, detienen también a dos flacos más.  Y Mónica hizo pareja con uno de ellos.
María José: Una de las hermanas de mi mamá, con las que no tenemos trato, lleva a su hija al instituto donde yo enseño inglés, yo le tuve que informar de todo e hizo como que no me conocía.  Mi prima hermana, es de hecho alumna mía, pero no lo sabe.  Desde 2010 que va a las clases;  a mí me da cosa encararla, tiene como 16 años.
GV: Sí, es rarísimo, el otro día yo venía sentada detrás de ella en el colectivo, y no sabe que soy la tía.
Yo fui a un montón de actividades de la comisión por la memoria y nunca decía que era la hija de Mauricio Villalba.  Una vez en Canal se me dio por decir, y de ahí en más Rufi empezó a invitarme a las reuniones, pero por problemas de trabajo, yo hacía horarios rotativos, no pude mantener una continuidad.  Después, cuando empecé a cuidar a mi sobrino para que mi hermana pudiera trabajar, empecé a ir.  Yo comentaba que a través de toda esta terrible experiencia, a mí me angustiaba mucho lo que había pasado con el después.
Nosotros nos reencontramos con Facundo, que es el hijo de una pareja con la que yo hice el curso prematrimonial.  Un día yo estaba en el cementerio y veo que llega un cortejo fúnebre; me quedé mirando porque era impresionante la cantidad de gente, además, llevaban dos ataúdes juntos.  Me extrañó mucho eso, nunca lo había visto; se me dio por mirar dónde los ponían.  Una vez lo recordé y fui a ver quiénes eran: me encuentro con que se trataba de  la parejita esta.  Ellos se habían casado primero, a las dos semanas me casé yo.  Los encontraron entre ocho personas que aparecieron en una playa de estacionamiento en Capital, los habían fusilado.  Al abuelo de Facundo lo llevan para reconocer al yerno y a la primera que descubre es a la hija.  Acribillados los dos.  Después de muchos años lo buscan a Facundo, se enteraban de que andaba mal, pero nadie lo podía encontrar.  Resulta que vivió años a la vuelta de la casa de Chacho, que era el que más lo buscaba.  Cuando lo fueron a ver le preguntaron si estaba Facundo Rojas y él respondió “mi hermano no está”, no sabía quiénes lo buscaban.  La cuestión que un día apareció en la Comisión.  Contó que cuando van a llevarse a la mamá de la casa, allí estaba Gallito, que había ido a avisar que se fueran porque estaban rastrillando la zona.  El ve cuando la madre envuelve a Facundo y lo pone debajo de la cama.  Como el papá no estaba, no estuvieron mucho tiempo. A Gallito le pegaron mal, pero lo dejaron, tenía 16 años, les dijo que estaba ahí de casualidad, que era monaguillo de la iglesia. Fue corto el operativo, pero a la chica se la llevaron.  Gallito lo saca de debajo de la cama y justo venía la abuela que vivía enfrente y él le entrega al nene.  O sea que en la comisión se reencuentran los dos.  La versión que a Facundo le contaron los abuelos fue que los padres habían muerto en un accidente de tránsito.  No conocía a sus padres, no tenía una foto.  Los conoció en la Comisión, que empezó toda una búsqueda de querer saber, andaba atrás de una mujer que vivía enfrente de la casa de donde se llevaron a la mamá.  Le contó que la abuela estaba por quemar las fotos y la mujer se las pidió  y las guardó.  Facundo la localiza hará unos tres años, en Grand Bourg.  Cuando fue a verla, llamó y salió una señora viejita que le dijo “A vos te estaba esperando”.  Le entregó un sobre lleno de fotos, cartas, boletas de cosas que habían comprado, telegramas que les habían mandado a los padres cuando se fueron de luna de miel.  A los quince días, Facundo llama porque quería ir a verla nuevamente, pero la señora ya había fallecido.  Parece que esperó hasta que él la encontrara.  Yo sé que atrás de cada caso, en cada familia, algo pasó y sigue pasando.  No podés vivir tantos años con mentiras.  A mis hermanos la esposa de mi papá les dijo que él había muerto quemado con agua hirviendo.  En la casa de él, la madre de ellos se había juntado con otro hombre y de mi papá no se pudo hablar más.  Los chicos no preguntaban, no tenían registro del padre, nada.  Esto está pasando en muchos lugares.  Porque con el tema de la memoria se reivindica a los que son más conocidos, pero hay obreros, trabajadores que están desaparecidos y tal vez la familia que quedó no lo sabe.  Quizá el que estaba más comprometido, que militaba más, sabía qué tenía que hacer, pero nosotros, que no militábamos no sabíamos para dónde disparar.  La señora del Guerri, a quien yo voy a ver el 26 de mayo, la levantaron también.  Ella había luchado mucho por quedar embarazada, y quedó justo en esos meses; al final lo perdió por tanta tortura.  Livio Garay, Luis Venencio, Hugo Rivas, Martín Mastinú, los de Astarsa.  Carbonilla (Jorge Lescano) era de Astarsa también.  Mi papá era un obrero, el no escribía, no iba a la facultad, pero su destino fue igual al de los demás, lo que quiero decir es que él luchaba por lo mismo que el periodista, el médico y todos.
El trabajaba en Astarsa, no era delegado ni nada.  Cuando lo despiden y luego de la lucha de sus compañeros por su reincorporación, comienza a militar, después del 73, como adherente.  Bah, más que adherente, era un cuadro de confianza.
Había mucha interna en el gremio naval, su agrupación había ganado una elección que la burocracia sindical se las robó, había mucho enfrentamiento con el gremio; no fue otro que la patota que lo dirigía, junto con la patronal, la que los entregó a todos ellos.
Después de tanta lucha espero ansiosa el juicio de Navales. Ha sido un camino muy largo y lleno de dolor. Pero sin dudas siento la fuerza y al amor que mi papá me brindo cada día de mi vida hasta que se lo llevaron. Espero que el juicio sea reparador y después de tantos años de injusticia finalmente los culpables de tanto horror estén en la cárcel hasta el último día de sus vidas. A mi papá nadie me lo va a devolver pero ojalá que él pueda finalmente descansar en paz. El tiempo dirá cuando nos reencontraremos y poder darnos ese abrazo tan ansiado. Por otra parte, mi cuenta pendiente es lograr que todos los hijos de los compañeros desaparecidos sean reconocidos y reparados de la misma manera.  Esta es la tarea que empezaremos junto con otros hijos luchando siempre por la igualdad que nuestros padres tanto desearon.
  
                    
Astarsa


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