Yo no recuerdo mucho qué pasó ahí adentro. Sólo sé que estaba encapuchada, que escuché
una cadena que caía y el auto pasándole por encima. Después me bajaron, caminé un rato y bajé
unos escalone
s, no muchos, y me golpeé la cabeza contra un techo. Me sentaron, desnuda, con una cadena en los
pies y apoyada en una columna, era redondeada la columna. En la otra punta de la cadena había una bola
como de hierro. No sentí la presencia de
nadie junto a mí, para mí que estaba sola.
También recuerdo una especie de camilla, donde me acostaron, como de
metal, hacía ruido como de metal. Y un
doctor o alguien con un guardapolvo blanco.
En algún momento me dieron café.
El que me lo trajo me dijo ¿en qué estás metida, cuántos años
tenés? Quince, le dije. Yo tengo diecisiete, me contestó. No sé cuándo me llevaron a bañarme. Caminé por un pasillo que me parecía
estrecho, yo iba encapuchada y alguien
atrás me iba diciendo, por acá, por allá. En el baño me saqué la capucha. Era chiquito, con el inodoro, una piletita y
la ducha. Cuando me largaron, era por
Panamericana, cerca de Melo, me parece ahora.
Me acerqué a un policía. Le conté
lo que me había pasado. Me dijo “circule
señora, que la situación es caótica”.
Llegué a la casa de mi hermana, en Fuerte Apache, no sé cómo. Mi bebé estaba ahí. Cuando me fui era bebé,
cuando volví también lo era. No había
pasado mucho tiempo. No sé cuanto, una semana,
diez días…
Rubén y Patricia, cuando se casaron |
Yo sí me acuerdo de todo. Tenía
trece años en el ’76. Primero vinieron a
mi casa, yo vivía con mi mamá, buscando a Mónica y a Rubén. Nosotras estábamos en el velorio de un
vecino, entraron al velorio los milicos.
Mi mamá estaba embarazada de mi hermanito, de ocho meses. Pero eso no les importó, nos pegaron a las
dos, para que dijéramos dónde estaban ellos.
A mí me subieron a un auto y me llevaron a la casa de mi otra hermana,
en Fuerte Apache, donde estaban Mónica y Rubén.
Cuando llegamos, me dijeron que llamara a la puerta y que dijera que
venía a buscarla porque habían internado a mi mamá. Vino Víctor mi cuñado a abrir la puerta. Lo empujaron y entraron. Empezaron a los golpes. A Víctor y a mí nos subieron al mismo
coche. No sabíamos dónde nos llevaban,
adonde llegamos era al mismo lugar que dice Mónica, escuchamos lo mismo. Creemos que era la ESMA porque no pasó mucho
tiempo de viaje. Yo sabía que mi cuñado
estaba cerca de mí. Yo recuerdo la
picana, la tortura, los golpes. Me preguntaban
por gente que yo no conocía. Tampoco yo
sé cuánto estuvimos. Un día nos hicieron
bañar, nos dieron algo de plata y nos largaron a Víctor y a mí cerca de
Panamericana y Melo.
Así es el relato de Mónica y
Patricia, dos hermanas de Don Torcuato, que estuvieron desaparecidas en mayo
del ´76, cuando tenían quince y trece años, respectivamente.
Mónica era la pareja de Rubén Almirón, un militante de
esos años del Partido Auténtico en el Barrio Almirante Brown, que trabajaba en
el Sindicato Único de Publicidad. Rubén continúa desaparecido. Siguiendo una práctica
habitual de las Fuerzas Armadas, éstos iban en busca de los militantes de base,
más desprotegidos, con actividades más visibles, para tratar de conseguir de
ellos, bajo tortura, los nombres y paraderos de la dirigencia.
No fue fácil
el regreso. Sintieron el rechazo de los
vecinos, el reproche de sus familias. El
comentario “algo habrán hecho ustedes, para que se las llevaran”.
Patricia
tiene un temperamento más abierto, pudo hablar, seguir con su vida, tratando de
olvidar por lo que había pasado. Mónica
pasó años de encierro y temor, hasta hace unos meses, cuando Alfredo, compañero
de militancia de Rubén, se acercó para saber de ellas. Todavía le cuesta hablar, salir, siente que
carga una mochila que la supera con su peso, que le impide sentirse integrada,
con ganas de seguir. Pero está
trabajando fuerte para tratar de superar su dolor, poder seguir con su
vida.
Por esto es
importante la memoria, la verdad y la justicia.
Reivindicar las historias de los compañeros detenidos desaparecidos nos
permite brindar todo nuestro apoyo a los sobrevivientes, a la vez que crecer
como sociedad, rescatando, entre todo el dolor, la solidaridad, la alegría y el
compromiso con que ellos supieron enfrentar su lucha, para seguir adelante.
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