Elegimos bien...

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domingo, 1 de diciembre de 2013

Ernesto "Beco" Estenzini

Mirta Estenzini, hoy
Mirta vive en San Fernando, a pocas cuadras del Canal, rodeada de sus perros y gatos.  Allí vivió con su madre, Haydee Gamboa, y el resto de su familia, quienes desde hace un tiempo se mudaron a Mar del Plata.
Cuando hilvana recuerdos de su niñez y su juventud, surge la memoria de su padre, Ernesto Estenzini, “Beco”, desaparecido el 29 de abril de 1977.  Siempre supo que era su preferida.
Luego de separarse de Haydee, Beco vivía solo, en la calle Colón, costera al canal.  Era el pescador del barrio.  Todos lo conocían y lo apreciaban, era un tipo solidario, una buena persona.  Durante los fines de semana cocinaba en los clubes del barrio, pollo y pescado para todos.  Mirta se emociona cuando lo nombra, repite era un hombre bueno y solidario.
Beco, el primero de la izquierda
Es sabido que la cacería de militantes políticos y sociales y de gremialistas no comenzó el 24 de marzo de 1976, se cuentan desaparecidos antes del inicio de la dictadura.  Durante 1974 y 1975 desaparecieron muchos delegados de la industria naval.  Esta situación rozó a Mirta y su familia.  Uno de sus hermanos, Carlos Alberto Martínez (no era hijo biológico de Beco, pero él lo crio como tal), era delegado de un astillero naval especializado en plástico, de San Fernando, propiedad de un señor Paniagua.  En 1975 apareció una patota por la casa de Beco, preguntando por él.  Aprovechando la diferencia del nombre, Beco dice que no lo conoce.  Lo suben a un Falcon y lo llevan hasta la casa de Mirta.  Cuando su padre baja del coche, le dice  que esos hombres habían ido a su casa a buscar un delegado de Alpargatas, un metalúrgico, puntualizan ellos.  ¿Usted lo conoce? Mirta, alertada de la situación, lo niega.  ¿Tienen parientes en Pacheco? Aunque sí los tenían, niega otra vez.  Se van y no volvieron más.  Carlos murió en 1999.  Lo relatado sucedió en el barrio San José, que era muy distinto a lo que es hoy, mucho campo y casas modestas, de trabajadores.  Había una pequeña capilla en la calle Servetto, que fue demolida.  A ella iba los vecinos no sólo  a las misas, también a ser atendidos por dos jóvenes odontólogos que habían montado un consultorio y atendían gratuitamente los sábados a la tarde.  Ellos están desaparecidos, como muchos otros muchachos de ese entonces cuyo único crimen fue practicar diariamente la solidaridad, ofrecer sus conocimientos y su vida a los más necesitados.
En 1976, un amigo de Beco le pide que albergue en su casa a dos señoras, una de ellas tenía un niño, que no tenían dónde ir.  Beco les dio lugar, Mirta duda de que les cobrara algún tipo de alquiler.  Una de ellas era maestra y daba clases particulares en la casa, los propios nietos de Beco se contaban entre sus alumnos.  No hablaban mucho de su vida, decían que sus esposos estaban trabajando en Tucumán.  Cuando Beco salía para la isla, recibían la visita de varias personas, según le contaban los vecinos del barrio.
El 29 de abril de 1977, pasada la una de la mañana, uno de los hermanos de Beco, que vivía enfrente de su casa, vio llegar a dos Falcon verdes, de los que bajaron militares con armas largas.  Lo sacan de su casa, lo suben a uno de los autos y se lo llevan.  Sus hermanos pasaron días recorriendo comisarías y preguntando por él, nunca más se supo nada.  Haydee, la mamá de Mirta, presentó tres hábeas corpus, sin resultado, como era común en la época.
No saben por qué se lo llevaron.  Al poco tiempo de  su desaparición, uno de los hermanos de Beco pone en venta la casa donde éste vivía.  Los compradores comenzaron a hacer reformas y debajo de la cocina encontraron un gran pozo que contenía papeles y folletos partidarios y varios DNI.  Mirta no los vio y no sabe qué hicieron con ellos.  Conjetura que es probable esas mujeres que vivieron en su casa militaban en alguna agrupación y eran perseguidas.  O quizá el propio Beco tenía alguna actividad política que tanto ella como el resto de su familia ignoraban. 

En el año 2005, Mirta se presenta en la Secretaría de Derechos Humanos, informa de la desaparición de su padre, que no figura en el Nunca Más.  Le presentan a un abogado, el doctor Riu, que le pide que recolecte datos de Beco para abrir un expediente.  Como su madre ya había fallecido, Mirta tiene que iniciar una investigación, prácticamente a ciegas.  Cuenta …me ocupo de hacer todo yo, busqué los lugares donde había trabajado, me enteré de que había nacido en Avellaneda, dónde se había casado, quiénes fueron sus padrinos.  Le llevé todo al abogado, que nunca hizo nada.  Recurrí al hijo del dueño de donde trabajo, que también es abogado.  Me pidió que le consiga el número de expediente y ahí nos enteramos de que el juez interviniente rotuló la causa “Fallecido/herederos”, cuando en realidad es “Desaparecido/causahabientes”, ya que no hay acta de defunción.  Como estaba mal caratulada, la causa había sido archivada.  Tuve que empezar todo de nuevo, y aún no tengo noticias.  Ahora voy a dar una muestra de sangre, para que sea cotejada por el Equipo Argentino de Antropología Forense y ver si entre los restos no identificados están los de mi papá.

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